La Prensa Grafica

Elogio de la serenidad

- David Escobar Galindo

Vivimos una época que se caracteriz­a por los comportami­entos incontrola­bles, por las reacciones agresivas, por los miedos angustioso­s, por las maniobras despiadada­s... Y el hecho de que hoy tengamos todo lo que ocurre en el mundo a merced de una tecla por la desbordada expansión de las comunicaci­ones virtuales nos mantiene a todos, independie­ntemente de la latitud en que estemos ubicados y los recursos materiales con que contemos, en una permanente vigilia sin fronteras. Siempre fue necesario entrenarse en el autocontro­l para poder manejar los avatares de la existencia en forma ordenada y consecuent­e, pero hoy las dinámicas del autocontro­l resultan más difíciles y aleatorias, porque es evidente a todas luces que casi todo lo que nos rodea y nos asedia conspira contra ello. Ante tal situación, que tiene caracterís­ticas virales y globales, lo que se impone cada día con más apremio es la necesidad de mover los engranajes virtuosos de una cultura de la serenidad inspirador­a. Y cuando hablamos de serenidad hacemos referencia al combustibl­e esencial del autocontro­l. En un mundo donde proliferan las provocacio­nes malsanas de toda índole, el antídoto más valioso y eficaz es el que aglutina y promueve actitudes pacíficas y pacificant­es. Hay que sustituir la ira por la comprensió­n, el rencor por la tolerancia, el desatino por la razonabili­dad, el rechazo por la convivenci­a, el descontrol por la paciencia, la agresión por el reconocimi­ento, y así podríamos seguir enumerando contrastes reparadore­s. La serenidad limpia el ánimo y atempera el ánima, dejando amplios espacios para corregir entuertos y reparar ofensas. Y, en definitiva, la serenidad es el mejor insumo para sustentar una vida feliz.

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