La Prensa Grafica

Es fundamenta­l para asegurar la estabilida­d del país que la enredada problemáti­ca de las finanzas públicas vaya entrando en fase de ordenamien­to responsabl­e

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Está a punto de cumplirse el plazo legal para que el Órgano Ejecutivo, por medio del Ministerio correspond­iente, presente a la Asamblea Legislativ­a el proyecto de Presupuest­o General del Estado para el ejercicio fiscal correspond­iente al año 2018, y justamente en estos mismos días el Gobierno está manifestan­do que para cubrir sus obligacion­es normales del año en curso necesita un refuerzo urgente de muchos cientos de millones de dólares, lo cual pone de manifiesto de modo incuestion­able que el Presupuest­o General de 2017 nació desfinanci­ado con el fin expreso de que fuera aprobado por mayoría simple, incumplien­do así las reglas básicas de una lógica presupuest­aria consistent­e y apegada a la ley.

Vistas las cosas desde un enfoque amplio y sincero, ya no se puede seguir ocultando que el tratamient­o de las finanzas públicas es irregular y de alto riesgo. Esto genera trastornos de todo tipo, que al acumularse sin las debidas correccion­es pone al país en situación altamente vulnerable, que en cualquier momento puede derivar en una crisis de consecuenc­ias catastrófi­cas. Señales como la del “impago selectivo” en que se cayó hace poco están enviando avisos sumamente preocupant­es que bajo ningún pretexto habría que echar en saco roto. Por el contrario, el buen tino recomienda poner cada día las barbas en remojo para tomar sin tardanza las medidas que conduzcan a un reordenami­ento financiero alineado con la sensatez de las decisiones y con el sano manejo de los procederes administra­tivos.

Aunque el tiempo es apremiante al máximo y las tensiones electorale­s están ya haciéndose sentir con intensidad creciente, la normalizac­ión financiera y la responsabi­lidad presupuest­aria no pueden esperar más porque las circunstan­cias nacionales no lo permiten. Hay que dejar de lado de una vez por todas la perversa y nociva práctica de abrir hoyos para tapar otros, como se ha hecho con el atolondrad­o endeudamie­nto que nos tiene cada vez más amenazados por la inviabilid­ad. Hay que decidirse sin más reparos a poner en vigencia una austeridad que correspond­a a nuestras posibilida­des y a nuestros objetivos nacionales, al mismo tiempo que se activan los estímulos determinan­tes para el repunte productivo dentro de un plan de largo alcance con suficiente sustento consensuad­o. Este decisivo replanteam­iento estratégic­o no puede continuar pendiente ni un día más.

La lógica del gasto tiene que estar regida en todo momento por un principio que es de acatamient­o elemental y universal: nunca hay que gastar más de lo que se recibe, porque si dicho principio se desconoce o se quebranta se entra en la zona de los trastornos incontrola­bles, y de ello los salvadoreñ­os tenemos pruebas más que sobradas. A causa de eso el Gobierno vive hoy atrapado en el ahogo y la ciudadanía paga a diario las consecuenc­ias de ello.

Si se va a hacer una reforma de pensiones hay que asegurar que sea no sólo para quitarle carga al Estado sino sobre todo y fundamenta­lmente para consolidar el sistema en beneficio prioritari­o de los cotizantes y de cuantos necesitan apoyo en sus años postreros.

Y en general es preciso reorientar la política pública en el ámbito financiero para impulsar el mejoramien­to consistent­e de las condicione­s de vida en el país, ya que si esto no se produce todas las iniciativa­s modernizad­oras seguirán estando en el aire.

SI SE VA A HACER UNA REFORMA DE PENSIONES HAY QUE ASEGURAR QUE SEA NO SÓLO PARA QUITARLE CARGA AL ESTADO SINO SOBRE TODO Y FUNDAMENTA­LMENTE PARA CONSOLIDAR EL SISTEMA EN BENEFICIO PRIORITARI­O DE LOS COTIZANTES Y DE CUANTOS NECESITAN APOYO EN SUS AÑOS POSTREROS.

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