Lo que piensa y siente la ciudadanía debe ser el principal insumo para los partidos políticos que están en ruta final hacia dos elecciones decisivas
Las condiciones actuales de la competencia política ponen a las diversas fuerzas partidarias ante desafíos de funcionalidad y de efectividad que no existían ni de forma parecida en el pasado, aun el inmediato. Esto evidencia de manera inequívoca un cambio de fondo en la dinámica de funcionamiento de los sujetos democráticos fundamentales, el principal de los cuales es la ciudadanía, a partir de lo que establece categóricamente la Constitución de la República en su artículo 83 cuando afirma que “La soberanía reside en el pueblo, que la ejerce en la forma prescrita y dentro de los límites de esta Constitución”. Si es el pueblo, conforme a dicho mandato, el depositario del poder soberano, lo que se tiene que hacer patente y comprobable en toda circunstancia es que ningún otro poder dentro de la sociedad puede estar ubicado por encima del poder popular, que se rige por las disposiciones de la ley debidamente originada en dicho poder.
Por tradición, las campañas electorales eran ejercicios que se limitaban a presentar promesas de lo que se haría ya en el curso de la gestión, sin preocuparse por generar un convencimiento que pudiera derivar en verificaciones posteriores sobre lo que en realidad se cumplía en los hechos. Tal simplismo está hoy totalmente desfasado, porque los ciudadanos ya no se conforman con oír lo que los políticos en campaña se acercan a decirles, sino que demandan planteamientos que no sólo sean convincentes sino que tengan visos ciertos de ser realizables. Por consiguiente, las plataformas políticas tienen que armarse con la mayor sinceridad posible, porque de otra manera las posibilidades de éxito quedan comprometidas al máximo.
No es casual, entonces, que en las campañas más recientes, y en particular las presidenciales, se haya venido produciendo una importante expansión del tiempo de trabajo de los candidatos en el terreno. Y eso explica que ahora, cuando hay una elección legislativa y municipal en el ínterin, ya la campaña presidencial de 2019 esté manifestándose en distintos ámbitos comunitarios, sectoriales y locales, sobre todo por parte de los precandidatos del principal partido de oposición que es ARENA. Ir a calibrar directamente lo que piensa y siente la ciudadanía en sus propios lugares de arraigo viene a ser una tarea decisiva para los que aspiran a ganar su simpatía y a lograr su apoyo en las urnas; y lo que todos deben tener presente es que esa simpatía y ese apoyo hay que planteárselos por cada uno de los aspirantes como un reto de largo alcance, que se proyecta desde luego hacia la gestión en sí.
Ya quedó atrás el tiempo en que bastaba como estrategia de conquista del voto una cadena de mítines populares en los que se lanzaban mensajes de ocasión o simples repartos de objetos de uso cotidiano que se entregaban masivamente a los que se quería atraer; hoy la ciudadanía se ha ido volviendo cada vez más consciente y exigente a la hora de dar su juicio sobre la realidad nacional, y en consecuencia al momento de concretar sus apoyos políticos; y eso puede ser percibido sin mayor dificultad al tener en cuenta las opiniones que se vierten reiteradamente en las distintas encuestas de opinión.
Tiene que haber, pues, y lo más aceleradamente posible, un reciclaje efectivo de los proyectos de campaña; y esto tendrían todos los contendientes –partidos y candidatos– que asumirlo como un desafío frente al cual no valen las equivocaciones ni los despistes.
HOY LA CIUDADANÍA SE HA IDO VOLVIENDO CADA VEZ MÁS CONSCIENTE Y EXIGENTE A LA HORA DE DAR SU JUICIO SOBRE LA REALIDAD NACIONAL, Y EN CONSECUENCIA AL MOMENTO DE CONCRETAR SUS APOYOS POLÍTICOS; Y ESO PUEDE SER PERCIBIDO SIN MAYOR DIFICULTAD AL TENER EN CUENTA LAS OPINIONES QUE SE VIERTEN REITERADAMENTE EN LAS DISTINTAS ENCUESTAS DE OPINIÓN.