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“TODO SE MOVIÓ. RECORDÉ EL TERREMOTO DEL 85”

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TERREMOTO ARRASA CIUDAD DE MÉXICO

El sismo, de magnitud 7.1, se originó al sureste de Axochiapan, estado de Morelos, 160 kilómetros al sureste de la Ciudad de México, y solo 12 días después de otro terremoto de 8.2 que sacudió el sur del país y que dejó saldo de 98 muertos y miles de viviendas destruidas.

A las 13:14 (en hora local) empezó el temblor, primero de forma suave, a lo que ya están acostumbra­dos los mexicanos, para luego convertirs­e en una sacudida tan fuerte que exigió a las personas salir de sus casas y juntarse en las calles.

Niños llorando, perros ladrando y adultos con expresione­s de pánico –algunos padecieron crisis nerviosas– llenaron las aceras de las calles capitalina­s. Dentro de las casas los artefactos caían al suelo, los cajones se abrían, las lámparas se sacudían. Y fuera, varios edificios se venían abajo.

“Estábamos terminando de hacer el pan para vender hoy y empezó a temblar. Se rompieron los vidrios de las ventanas y los focos. Logramos apagar las estufas antes de que algo peor ocurriera”, contó a dpa Pablo Sandoval, trabajador de una panadería en la colonia Nochebuena. Fuera del local se ven los trozos de vidrio en el suelo.

Sin embargo, los daños son mucho mayores en otras zonas de la capital. Imágenes dramáticas mostraban a personas quitando escombros de edificios derrumbado­s en colonias tradiciona­les, como la Roma o la Condesa.

Las escenas se replican en otras partes de la Ciudad de México y las sirenas de los bomberos y las ambulancia­s se escuchan en las calles al mismo tiempo que el claxon de los vehículos de quienes buscan llegar a sus hogares.

Fuera de sus casas, los capitalino­s miraban sus celulares y hacían llamadas en un intento de contactar con sus familiares y amigos. Las líneas se cayeron. Un hombre maldice su móvil mientras lleva a su hija en brazos. “Quiero hablar con mi esposa pero no hay señal”, dice, mirando a las personas a su alrededor. Todos están en condicione­s similares.

Reina García mira la pantalla del televisor de un restaurant­e con los ojos empañados de lágrimas. “Soy de Oaxaca y no puedo hablar con mi madre. ¿No saben nada de allá?”, pregunta a los demás. “Todavía tengo a un tío desapareci­do por el terremoto anterior”, comenta a dpa. García, de 53 años, llora. “Estaba trabajando pero ahora debo ir a ver a mis hijos. Esto es terrible”, se lamenta para luego caminar por las calles, todavía llorando.

“Soy de Oaxaca y no puedo hablar con mi madre. ¿No saben nada de allá? Todavía tengo a un tío desapareci­do por el terremoto anterior. Estaba trabajando pero ahora debo ir a ver a mis hijos”. REINA GARCÍA, MEXICANA

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PÁNICO. LAS PERSONAS SE MUESTRAN RENUENTES A REGRESAR A SUS CASAS POR MIEDO A LAS RÉPLICAS.

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