Cartas a María
Estimada señora:
Tengo 91 años de edad. He sobrevivido a muchos de mis buenos amigos y en mi libreta de teléfonos he tenido que tachar los nombres de 22 de ellos que ya no están. Solo cinco del grupo con el que íbamos a bailar y otras cosas siguen en este mundo, pero lejos de aquí. Hacer nuevos amigos es muy difícil para gente de mi edad. ¿Dice usted que me siento solitario? Sí, un poco. En fechas especiales, algunos miembros de la familia se acercan a este vejestorio y les agradezco, pues parecen interesados en platicar conmigo, que les cuente de gente y eventos importantes que conozco bien por haberlos vivido. Señora María: dígales a sus lectores cuánto bien nos hacen a los ancianos cuando nos toman en cuenta socialmente. Es como un recordatorio de que seguimos formando parte de la raza humana, y eso es maravilloso. La saludo con mucha atención. Un viejo lector
Estimado Lector:
Gracias por escribirme una carta con un mensaje tan digno de ser tomado en cuenta y puesto en práctica por todas las personas que cuenten en su familia o en sus amistades con un señor o una señora de su talla. Entiendo que hacer nuevos amigos no sea muy fácil, pero creo que es posible hallar una o dos personas que tengan las mismas inquietudes que usted con las que pudiera reunirse, digamos, semanalmente, y le recomiendo que trate de buscarlas. Recuerde que la mayoría de gente está comprometida con sus diversas ocupaciones y, aunque sientan deseos de llamarlo o visitarlo, simplemente no pueden hacerlo por falta de tiempo; esas son las imposiciones de la vida moderna. Por mi parte, me da mucho gusto que haya pensado en mi columna para enviar su carta y le extiendo amplia invitación para que vuelva a escribirme cuando quiera. Cuídese mucho y que tenga muy buen día.