El Salvador no da seguimiento a los que salen de penales”
En el país, según el experto en niñez en conflicto, el ciclo de violencia nunca se rompe porque los que salen de penales no tienen oportunidades.
El psicólogo y experto que estudia la niñez que vive en zonas de guerra, James Garbarino, ha observado a El Salvador durante 12 años, según contó en esta entrevista a LA PRENSA GRÁFICA. Una de las cosas que más le han impactado es que en este país hasta las escuelas son extorsionadas. Una de las soluciones que sugiere para abordar la violencia causada por pandillas es que el Gobierno considere negociar con cabecillas y que asuma el compromiso de dar seguimiento y oportunidades a las personas que vayan saliendo del sistema penitenciario.
¿Qué cambios ha visto en El Salvador, según su percepción, desde hace 12 años cuando vino por primera vez al país?
Como estadounidense me siento responsable por los problemas de El Salvador: mi país estuvo involucrado en la guerra civil, en las exportaciones de miembros de la MS-13 desde Los Ángeles, y entonces siento responsabilidad. Es difícil conocer toda la situación, pero parece que hay una intensificación de la violencia pandilleril. Por ejemplo, en estos 12 años he venido a visitar una comunidad que antes era seguro entrar. Antes el director del centro escolar de esa comunidad tenía un espacio protegido para trabajar con los menores, pero con el paso de los años, ese espacio protector se ha ido erosionando. No está exento de pagar la “renta”.
La escuela que usted visitaba ahora paga extorsión...
Así es, ese centro escolar está renteado... probablemente no sea adecuado decir cuál centro escolar y de qué comunidad estamos hablando. Este es un ejemplo, pero es muy representativo de lo que está pasando en diferentes lugares del país, según he escuchado. Otro cambio que he visto es que hay más atención a las ejecuciones extrajudiciales, no sé si han aumentado los números, pero ciertamente la consciencia del público sí ha aumentado. Otro cambio que he visto es que los encargados de centros penales ahora son más conscientes de la rehabilitación. Han habido desarrollos positivos en la mentalidad profesional, pero a la vez la población ha revertido la visión simplista de los problemas de violencia del país.
¿Cree que hay alguna forma de solucionar la violencia causada por pandillas en el país y así crear un nuevo contexto social para que los niños crezcan en otro tipo de ambiente?
Hace unos años publiqué un libro que se llama “No hay ningún lugar para ser niño”. En ese libro comparé experiencias de los menores de edad en Mozambique, Palestina, Nicaragua y Chicago. En el libro hablo de que hay algunas diferencias entre las zonas en conflicto político con las de guerras de pandillas. En las del conflicto político siempre existe la posibilidad de una resolución que anuncie la paz y hay una estructura que le da significado al conflicto, pero en países como El Salvador parece que el conflicto por crimen organizado parece interminable y por eso aumenta el descorazonamiento.
¿Cuál puede ser, entonces, alguna esperanza ante ese panorama de violencia sin fin?
Creo que uno de los primeros pasos es tener una comisión de la verdad auténtica, una comisión de la verdad y reconciliación. Hay que reconocer que nunca hubo un cierre a lo que ocurrió durante la guerra civil. Obviamente la violencia de ahora es diferente, pero la violencia pandilleril viene de eso que nunca cerró y de la convulsión social que hubo. Resolver lo que quedó pendiente.
Ante la situación actual, ¿cree que el Gobierno debe sentarse de nuevo con las pandillas para dialogar?
Sí. Alguien famoso dijo que hay que negociar con los enemigos. En este momento las pandillas tienen poder político. Entonces hay que introducirlos a un proceso político para lograr la paz, en vez de exterminarlos, es más viable. El año pasado en Estados Unidos yo presidí en un foro de líderes de pandillas, y todos habían cambiado y habían utilizado su inteligencia para hacer cambios positivos. Ellos habían pasado por las prisiones y habían vivido una transformación, pero esa transformación fue porque también hubo oportunidades para ellos. Si no tuvieran esas oportunidades fácilmente hubieran vuelto a caer. Donde ha habido éxito en Estados Unidos es en negociaciones, primero, sobre temas fáciles.
¿Cuáles podrían ser esos temas fáciles?
Por ejemplo, cuando los menores de edad salen de sus casas hacia los centros escolares o hacia los lugares donde los cuidan mientras los padres trabajan o hacen otras cosas, todos nos ponemos de acuerdo en que esas son zonas seguras. Eso sirve de base y se aprovecha para generar más confianza. Una cosa importante a tener en cuenta es que las pandillas no son homogéneas. En Estados Unidos, el 85 % de los pandilleros son personas normales y se han unido a la pandilla para tener un sentido de pertenencia. Pero luego está el otro 15 % que son anormales. El Gobierno negocia con el 85 %, y todos se ponen de acuerdo para cómo abordar a los que son parte del 15 % anormal.
El Gobierno ahora dice no al diálogo, ¿qué otra forma podría haber para encontrarle solución a la violencia pandilleril?
Algunas de las personas con las que he platicado en esta visita a El Salvador trabajan en centros penales y me comentaron que en el transcurso del próximo año van a obtener su libertad aproximadamente 12,000 personas. Esta es una gran oportunidad para dar oportunidades y romper el ciclo, porque El Salvador tiene la deuda de dar seguimiento a todas las personas que vayan saliendo de los penales, sino van a recaer nuevamente y el ciclo seguirá.
“Antes el director del centro escolar de esa comunidad tenía un espacio protegido para trabajar con los menores, pero con el paso de los años, ese espacio protector se ha ido erosionando. No está exento de pagar la ‘renta’”.