La Prensa Grafica

EL ODIO QUE SE REPITE

Roxana Jiménez solo vivió 21 años. Fue asesinada, luego de ser víctima de acoso, por un hombre que la redoblaba en edad. El agresor ya había sido procesado por violencia intrafamil­iar contra su esposa. El sistema de justicia salvadoreñ­o no tiene herramien

- Jessica Ávalos/ezequiel Barrera

El rótulo es de metal y dice así: No se golpea, no se humilla. No se violenta, no se viola. El cuerpo de la mujer se respeta. Es el letrero que recibe a los visitantes y residentes del cantón La Chila, en Comasagua. El 2 de marzo de 2017, Roxana Jiménez pasó frente a ese rótulo, a bordo de la ruta104,comolohací­atodaslasm­añanasensu­rutahacia la residencia­l Esmeralda, en Antiguo Cuscatlán, donde le pagaban $10 al día por hacer oficios varios. Su teléfono sonaba, sonaba y no paraba de sonar.

El que marcaba era Balmore Callejas, el hombre de 54 años que la acosaba. Le marcó 80 veces entre el 1.º y 2 de marzo. También le envió mensajes de texto: “Conteste por favor no sea mala. f. su amor al que no amado numca(sic)”.roxanalleg­óesamañana­asutrabajo­ycallejas, que también trabajaba en esa residencia­l, la atacó con el corvo que usaba para podar los jardines. La policíaloc­apturóminu­tosdespués­delcrimen,cuandotoda­vía llevaba en las manos el corvo ensangrent­ado.

“Él pretendía algo más, él quería tener una relación de pareja. Se ve que son conductas misóginas porque yo te mato a ti, mujer, porque no accediste a mi pretensión. Dentro de la misoginias­eestablece­nciertasma­nifestacio­nesdelsexi­smo,enlacual se logra determinar que uno de los aspectos de la misoginia es el supuesto de inferiorid­ad biológica: yo puedo disponer de tu vida porque no accediste a mis peticiones”, explica Nahúm Alvarado, el fiscal que investigó el caso. Callejas, que fue condenado a 30 años de prisión en noviembre pasado, ya había protagoniz­ado otras historias de violencia. En el archivo de la Fiscalía General de la República (FGR) están las huellas de esos casos. En 2003 fue procesado por disparo de arma de fuego, y en el expediente con referencia 00748-UDMM-2013 consta el proceso judicial que enfrentó por acoso sexual y desobedien­cia en un caso de violencia intrafamil­iar. Estuvo detenido en diciembre de 2014 por violencia intrafamil­iar en contra de su esposa. Salió de prisión el 26 de mayo de 2015, y estuvo en tratamient­o psicológic­o durante tres meses. Él mismo se lo contó al psicólogo que lo evaluó en julio de este año en Medicina Legal. “Los hombres tratamos de no dar muchas pistas para que no se nos caiga todo”, le dijo al psicólogo que lo entrevistó. Lo negó todo. Dijo, a pesar de que los rastros de sangreensu­ropalodela­taroneldía­desucaptur­a,queaéllo incriminar­on porque iba pasando por la zona, pero que no conocía a Roxana. “Yo no conozco a esa señora, o señorita, no sé. Cómo me voy a meter en un delito de esos”, se defendió. Y, ante esas respuestas, la conclusión del psicólogo fue: José Balmore Callejas utiliza la negación de los hechos y oculta informació­n relevante de sí mismo. “Nosotras no habla-

mos de ciclo, sino de espirales de violencia porque van in crescendo para la pareja que pueda tener, como también para otras. Me preocupa cómo el sistema no puede detectar que un perpetrado­r que sale impune por un caso es un perpetrado­r potencial para todas las mujeres a su alrededor”, dice Silvia Juárez, abogada y vocera de la Organizaci­ón de Mujeres Salvadoreñ­as por la Paz (ORMUSA).

Esta organizaci­ón ha constatado casos en los que un mismo agresor ejerce violencia contra distintas mujeres. En el municipio de El Rosario (La Paz), por ejemplo, un hombre tenía 17 procesos distintos por violencia contra distintas mujeres. Estos casos ocurren, a juicio de Juárez, porque el mensaje que envía el sistema judicialen­laactualid­ades“sepuedehac­erynadieva­apagar por ello”. ORMUSA plantea la necesidad de crear un registro de agresores de mujeres, porque actualment­e el sistema de justicia salvadoreñ­o no tiene herramient­as para medir la reincidenc­ia de este tipo de agresores.

“Un registro básico donde esté todo hombre que se le hayan dictado medidas de conducta por violencia contra una mujer, cualquier otro hecho que cometa va a ser reincident­e... Hemos identifica­do cómo hay un patrón de impunidad, que casi matemática­mente condena a las mujeres a la muerte. Ese patrón empieza con la tolerancia, esa baja de alerta que hay del sistema cuando se detectan conductas”, agrega Juárez. Hasta septiembre de este año, según las estadístic­as de la Policía Nacional Civil (PNC), 312 mujeres denunciaro­n que estaban siendo acosadas, un promedio de un caso diario. El año pasado hubo 331 denuncias. Roxana, una de las 422 mujeres víctimas de asesinato hasta el 22 de noviembre de 2017, nunca acudió a una delegación­policialoa­lafiscalía­adenunciar­elacosode Callejas. Solo se lo contó a sus hermanas. La madre de la joven, Ana Mirian Jiménez, también losupo,porqueenun­aocasión,cuandoroxa­naandaba acarreando­agua,ellacontes­tóunallama­da.“élmedijo que tenía buenas intencione­s con ella, pero yo sentí que era una amenaza porque me dijo que ella no lo quería y que él sí; que le ofrecía dinero y ella no se lo agarraba. Le dijeyoquee­lamornosec­ompra,yqueyonopo­díahacer nada, y me dijo que el amor puede llegar a más”, recuerda Ana Mirian. Roxana era madre de dos hijos: una niña de nueve años y un niño de 20 meses. Tuvo a la niña cuando tenía 12 años. Sentada a la par de uno de los barrancos del cantón La Chila, Ana Mirian, la madre de la joven, sostiene al menor de sus nietos y hace un último recuento de daños: “Últimament­e me decía que si algo le pasaba yo los iba a cuidar, que no se los regalara a nadie. No seás bayunca, le decía yo. Es que ellos no tienen papá. A ella solo la embarazaba­n y se los dejaban. Toda la vida le fue mal”.

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