Cartas a María
Con las noticias del día comentando abiertamente los abusos que han cometido tantos personajes masculinos importantes en contra de mujeres alrededor del mundo, uno trae a la memoria ciertas experiencias penosas que datan de largo tiempo atrás y que han permanecido ocultas toda una vida por vergüenza o miedo. Yo formo parte de una generación que tenía la costumbre de considerar “buenas” a todas las personas mayores y en la cual se ensenaba a niños a guardarles respeto absoluto; tíos, padrinos o amigos del genero masculino llegaban de visita a las casas y, aunque a las niñas les disgustara sobremanera que las saludaran con abrazos y besos efusivos porque la intuición les decía que allí había algo raro, no se les ocurría protestar porque eso era de “mala educación”. Cuántas de mis contemporáneas estarán aplaudiendo como yo la valiente decisión de tantas y tantas mujeres de exponer las vejaciones de que fueron objeto en alguna ocasión por parte de hombres disfrazados de lobos que no se imaginaron jamás que quedarían al descubierto… Definitivamente, estos abusos y atropellos no son exclusividad de los hombres y se cuentan en amplias cantidades las mujeres que también llevan en la conciencia pecados muy graves. “Estas cosas han ocurrido siempre,” pueden decir algunos, “el mundo es el mundo y nada va a cambiarlo.” ¡Qué equivocados están! Una colaboración bien intencionada para María y los lectores de su columna. Estimados lectores, si desean que sus problemas salgan publicados, escríbanme a cartasamaria@yahoo.com.