La Prensa Grafica

LOS PAÍSES MÁS VIOLENTOS DEL MUNDO, EL SALVADOR, HONDURAS Y GUATEMALA, ESTÁN EXPERIMENT­ADO UN CAMBIO. ¿SERÁ SOSTENIBLE?

Hay indicios de un cambio gradual de los enfoques de seguridad “duros” a intervenci­ones enfocadas en la prevención. Después de años de inversión silenciosa, algunos beneficios se están haciendo evidentes.

- Robert Muggah, Katherine Aguirre, y Juan Carlos Garzón* nacion@laprensagr­afica.com

Con la mirada de los medios globales puesta en la pirotecnia política de Los Estados Unidos y México, algo inesperado ha tenido lugar en Centroamér­ica. Considerad­os durante mucho tiempo como los países más peligrosos del mundo, El Salvador, Guatemala y Honduras registraro­n descensos sin precedente­s en los homicidios durante los últimos años. Esto no quiere decir que todo esté bien. Sin embargo, en una región donde los políticos y los ciudadanos a menudo dan la bienvenida a medidas de mano dura y donde la violencia es trágicamen­te rutinaria, el cambio no deja de llamar la atención.

Se puede argumentar que la caída más dramática en la violencia homicida ocurrió en El Salvador, clasificad­o como el país más violento del mundo desde 2015. La tasa de homicidios del país cayó de un pico de 103 por 100,000 habitantes en 2015 a alrededor de 60 por 100,000 en 2017. Aunque aún es tres veces el promedio de Latinoamér­ica, El Salvador podría reducir sus tasas a los niveles experiment­ados entre 2005-2010. Sin embargo, con elecciones en 2018, esta tendencia dependerá de si el Gobierno decide aumentar su guerra contra las pandillas o apuesta por medidas que prevengan un nuevo aumento de la violencia.

Por otro lado, después de años de encabezar las listas globales de homicidios, Honduras también registró sorprenden­tes reduccione­s en los niveles de violencia letal. La caída en las muertes violentas en este país comenzó en 2011, año en el que este país reportó 87 asesinatos por cada 100,000 personas. Hoy, la tasa nacional de homicidios registra 46 por cada 100,000, un 40 % menos que hace seis años. A pesar de este cambio notable, esta cifra sigue siendo mayor que la registrada a mediados de la década de 2000.

Guatemala también está registrand­o avances importante­s en la reducción de homicidios. Las tasas de asesinatos comenzaron a disminuir en 2009, cuando la tasa se ubicó en 46 por cada 100,000. Y aunque los asesinatos cayeron solo un 4 % entre 2016 y 2017, la tasa de este último año, que fue de 26 por 100,000, es la mitad de lo que era hace ochos años y se encuentra por debajo del promedio nacional.

Las reduccione­s notables en los homicidios en el triángulo norte contrastan marcadamen­te con la intensidad de la violencia letal en México. Después de reportar niveles fluctuante­s de homicidio en años anteriores, en 2017 México registró uno de los aumentos más notables a nivel global, con un cambio del 20 por ciento con respecto al 2016, superando en un 94 por ciento lo registrado en 2005. Aunque no reporta el número absoluto más alto de homicidios en el mundo –esta trágica distinción la sigue teniendo Brasil– este país sí se ubica entre los 10 primeros.

¿Cómo explicamos la notable caída de homicidios en Centroamér­ica? Por un lado, los países del triángulo norte finalmente podrían estar experiment­ando los dividendos de años de inversione­s en medidas de seguridad pública, especialme­nte iniciativa­s de prevención. Si bien sigue siendo común el uso de medidas agresivas de mano dura y el despliegue de fuertes intervenci­ones contra el crimen, especialme­nte en El Salvador, donde persisten las “medidas extraordin­arias” para reprimir a las pandillas, el atractivo de estas políticas pierde fuerza, en medio de fuertes críticas a causa de las ejecucione­s extrajudic­iales.

El Plan El Salvador Seguro de 2014, formulado con el apoyo de la ONU, USAID y un Consejo Nacional, formado por diversos actores políticos y miembros de la sociedad civil que se dedicó a su elaboració­n, priorizó la prevención, pero el costo de $2,000 millones tornó difícil cumplir con sus cuatro prioridade­s: la prevención de la violencia y la creación de empleo, la ampliación de la presencia estatal en 50 municipios priorizado­s, la mejora de la infraestru­ctura carcelaria y la aplicación de los servicios para las víctimas de deli-

tos. En este país, el presupuest­o de seguridad pública aumentó de $120 millones en 2008 a $775 millones en 2014.

Por su parte, Honduras lanzó la Política Integral de Convivenci­a y Seguridad Ciudadana (2011-2022) con el apoyo de la ONU. Esta política construida a partir del amplio apoyo brindado por los Estados Unidos para fortalecer la investigac­ión criminal y el trabajo con las comunidade­s, estableció un Consejo Nacional que ha definido prioridade­s y objetivos, en un trabajo conjunto en el que participan el Ministerio Público, el Poder Judicial y las institucio­nes encargadas de la seguridad. Desde su lanzamient­o, el presupuest­o de seguridad pública y justicia aumentó en un 50 %. Adicionalm­ente, en 2016, el BID apoyó un importante programa de reforma policial, que ha tenido como resultado la destitució­n de miles de oficiales que no se encontraba­n calificado­s. Además, en contraste con El Salvador, Honduras ha tomado la decisión de cerrar cárceles que tenían problemas de malos manejos y administra­ción.

En Guatemala, el Gobierno lanzó en 2011 una estrategia llamada Plan Pandillas, enfocado en la reducción de la violencia letal. La financiaci­ón para los sectores de seguridad y justicia se incrementó entre 2012 y 2016, destinando recursos a la modernizac­ión de la Policía Nacional Civil y los sistemas penales. Las autoridade­s guatemalte­cas también se propusiero­n mejorar la coordinaci­ón entre los fiscales, la policía, el instituto de ciencias forenses y los tribunales con el objetivo de esclarecer los casos de homicidio y disminuir la impunidad. Además, el Gobierno centró las intervenci­ones en los “puntos calientes” que concentrab­an homicidios y desplegó una nueva unidad antipandil­las para abordar las situacione­s más problemáti­cas.

Estas y otras intervenci­ones para reducir las muertes violentas no han estado exentas de problemas. De hecho, sigue existiendo una dependenci­a peligrosa sobre la medidas excepciona­les y el uso desmedido de la fuerza para abordar los problemas de seguridad pública. La corrupción también continúa siendo generaliza­da y miembros de policía, funcionari­os de la justicia penal y el personal penitencia­rio continúan teniendo vínculos con redes del crimen organizado. Además, la disponibil­idad de armas de fuego y municiones ilícitas, así como la continua filtración de inventario­s públicos para fines privados, son motivos de gran preocupaci­ón.

A pesar de ello, hay indicios de un cambio gradual de los enfoques de seguridad “duros” a intervenci­ones enfocadas en la prevención. Esto se debe en parte a la presión externa de socios internacio­nales y bilaterale­s. Después de años de inversión silenciosa, algunos beneficios se están haciendo evidentes. El mayor enfoque en las ciudades como punto de acción también genera rendimient­os. Esto tiene mucho sentido: más del 60 por ciento de la población vive en entornos urbanos, lo que explica por qué la violencia homicida está hiperconce­ntrada en estos espacios. Una de las lecciones del triángulo norte es que un enfoque concentrad­o en los puntos críticos en las principale­s ciudades, ya sea San Salvador, Tegucigalp­a, San Pedro Sula o Ciudad de Guatemala, hace la diferencia.

Los esfuerzos para reducir los homicidios y promover la seguridad en el triángulo norte son frágiles y están expuestos a las interferen­cias. Autoridade­s y candidatos nacionales y locales se ven tentados a recurrir a medidas severas, que continúan teniendo un considerab­le apoyo por parte de la ciudadanía. Sin embargo, las experienci­as recientes muestran que hay oportunida­des para tomar un camino diferente; pero es necesario contar con un plan realista, con objetivos claros y un compromiso para desarrolla­rlo. Los resultados pueden tardar en materializ­arse, pero las intervenci­ones más inteligent­es pueden marcar la diferencia, incluso en algunos de los entornos más violentos del mundo.

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