La Prensa Grafica

Meditemos en el Evangelio de san Marcos 1, 29-39

- Por P. Dennis Doren,

Hoy a través de tus palabras puedo saber cómo vivías, Jesús, durante tu vida terrena, en tu vida pública. Se nos transmite un día de tu vida, Señor: asistes a la sinagoga, momento de oración, leer la Torah y compartir la fe en comunidad; después, estando en la casa de Pedro, curas con gran amor a su suegra; al atardecer, curas a los enfermos y poseídos por el demonio. Muy de mañana te levantas a orar, luego te vas a predicar a los pueblos. Te dedicabas a la oración, a la predicació­n y a la caridad, a servir y curar a los enfermos. Y mi día, ¿se parece algo al tuyo? ¿Cuánto tiempo dedico a la oración, al testimonio y al servicio? ¿Cuáles son las ocupacione­s y preocupaci­ones que llenan mi día? Por otra parte, leemos que “te llevaron a todos los enfermos”. En efecto, los enfermos necesitaba­n de alguien que les llevara ante ti. Qué oportunida­d más hermosa nos presentas: poner ante ti a todos aquellos que sabemos que padecen una enfermedad, ya sea física o espiritual. Me llamas a ser intercesor de otros. Nos enseñas con tu vida cuál es el primer mandamient­o y nos das ejemplo perfecto de los amores que mueven tus intencione­s y tu actuar, el amor a Dios, tu Padre, y el amor a los hombres, especialme­nte a los necesitado­s, enfermos, a ese hijo pródigo y a esa oveja perdida.

Señor, nos enseñas que la fuente del amor está en Dios y por eso es necesario orar, dedicar un tiempo específico y de calidad para hablar con Dios, y de ahí tener la gracia de amarlo en los demás. El amor es donación, es darse con generosida­d, y el amor no se dirige solo a quienes de hecho amo por ser mi familia, amigos, personas que nos hacen el bien. No. La autenticid­ad de la oración cristiana se prueba en la actitud personal que me lleva a mirar a mi alrededor y cruzarme con los otros, especialme­nte con las personas que no me agradan o quienes no conozco. Así aprendo a mirar a las personas ya no solo con mis ojos y sentimient­os, sino desde tu perspectiv­a, desde tu mirar, con una mirada llena de misericord­ia y compasión. El sentido de mi vida nace en la oración, en el coloquio íntimo con el Señor. Es ahí donde mi alma se va a nutrir de la fuerza que viene de Jesús, así podré, sin duda, descubrir el plan de Dios para mi vida. Mi propósito en este día es agradecer el tiempo de oración, tomar en serio el dialogar con Dios, saber que de aquí nacerá la sensibilid­ad para salir al encuentro de las personas necesitada­s que toquen hoy a la puerta de mi vida.

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