¿Destruir, observar o construir?
Era yo una joven profesional de 26 años, a inicios de los ochenta, recién había regresado del INCAE con mi maestría en Administración de Empresas cuando empecé a trabajar en La Cervecería La Constancia (así se llamaba en ese tiempo), esa empresa en la que me enamoré del mercadeo y que sería mi gran escuela.
Fue mi segundo empleo, el primero en la empresa privada, llegué en calidad de “esponjita”, quería aprenderlo todo, era una oportunidad de desarrollo profesional que no estaba dispuesta a desperdiciar. Y por supuesto que fue mucho lo que aprendí en esos casi siete años que estuve ahí, pero hubo algo que me marcó para siempre en los primeros días de haber llegado. En una ocasión, de una manera quizás muy casual, escuché al licenciado Roberto Murray Meza decir algo como esto: “Todas las personas se pueden dividir en tres grupos, los que destruyen, los que observan y los que construyen, siempre hay que tratar de estar en el grupo de los que construyen”, en ese momento decidí que estaría en ese grupo.
Han pasado más de 35 años y nunca he hablado sobre esto, pero la situación que actualmente vive nuestro país me motiva a hacerlo y es que, aunque mi optimismo me hace pensar que los que destruyen son pocos, tristemente creo que son muchos los que observan y que necesitamos más de los que construyen. Según cifras oficiales, la cantidad de personas pobres en nuestro país en 2015 fue de 40.6 %, de los cuales el 10 % estaba en pobreza extrema, lo que en términos simples significa que casi 600,000 salvadoreños no pueden comer los normales tres tiempos, y esto es algo que a los que no formamos parte de esas cifras nos debiera interesar. Esto no es algo solo para observar. Soy una convencida de que la mejor forma de luchar contra la pobreza es creando fuentes de empleos, y es por ello que necesitamos empresas exitosas, rentables, que generen riqueza para compartirla, las empresas que no ganan dinero desaparecen y con ellas desaparecen también los puestos de trabajo que tanta falta nos hacen. ¿Y quiénes pueden lograr que las empresas sean exitosas? Todos: los gerentes, los jefes, los empleados, los obreros. Aportar al éxito de la empresa en la que trabajamos es una forma de construir.
En 2001, con una computadora, un escritorio y un mueble lleno de libros, casi todos de Mercadeo, empecé una aventura que me convertiría en empresaria, porque debo confesar que nunca mi intención fue ser empresaria, solo pretendía ser la dueña de mi propio destino. No han sido pocas las veces en las que he querido regresar a la tranquilidad de recibir un sueldo seguro y que sea otro el que se preocupe por obtener los fondos para pagármelo, pero me basta recordar mi compromiso de estar en el grupo de los que construyen para olvidar esa opción. Todos podemos construir, unos más que otros. No nos conformemos con no destruir, porque los que solo observan también son responsables de aportar al futuro de nuestro país y para esto no necesitamos ser diputados, gobernantes, políticos, etc. La frase aquella de “yo no le hago mal a nadie”, ya no basta.
Incluso en esta época electoral podemos construir con nuestro voto. No debemos quedarnos de observadores y desperdiciar esa oportunidad de contribuir a tener funcionarios verdaderamente comprometidos con el éxito del país, dejando que sean otros los que decidan, porque no sabemos si esos otros son del grupo de los que construyen o del de los que destruyen. Sé que el licenciado Murray Meza se ha mantenido siempre en el grupo de los que construyen, yo también y agradezco su enseñanza. Mi deseo es que los que solo observan decidan cambiarse a nuestro grupo. ¡Aquí los esperamos!