La Prensa Grafica

Meditemos en el Evangelio de san Marcos 1, 12-15

- Por P. Dennis Doren,

Cuaresma evoca antiguos acontecimi­entos bíblicos, como los 40 días del diluvio universal, preludio del pacto de alianza sancionado por Dios con Noé; los 40 años de peregrinac­ión de Israel en el desierto hacia la tierra prometida; los 40 días de permanenci­a de Moisés en el monte Sinaí, donde recibió del Señor las Tablas de la Ley. Estos días nos invitan sobre todo a revivir contigo, Jesús, los 40 días que transcurri­ste en el desierto, rezando y ayunando, antes de emprender tu misión pública que culminaría en el Calvario con el sacrificio de la cruz, victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Este período, Señor, nos trae al recuerdo la conversión y la penitencia del corazón. El hombre necesita de salvación. Enseñanza constante de la Biblia. Experienci­a siempre presente en la vida y en la conciencia de cualquier ser humano. El hombre arrojado en sí mismo y en la cárcel de un mundo hostil, busca una mano amiga, busca un redentor, un salvador, que rompa sus cadenas, que le permita volar por los espacios del amor, de la verdad, de la vida. ¿Qué caracterís­ticas encontramo­s en esta salvación? Salvación universal. El Dios creador de todas las cosas y de todos los hombres desea también la salvación de todos. Hay, pues, un llamado universal a la salvación. El diluvio (primera lectura), que es como una negra nube sobre el cielo de la salvación, cesa por obra de Dios, que hace resplandec­er el arco iris como signo de la alianza salvífica de Dios. Jesucristo nos llama a la salvación, invitándon­os a entrar en el Reino de Dios por la puerta del bautismo (bautismo de agua y Espíritu, bautismo de sangre, bautismo de deseo); una puerta abierta a todos, sin excepción.

Salvación cierta. No podemos dudar de tu fidelidad, en ella se apoya nuestra certeza de salvación. Con la certeza con que aparece el arco iris al salir el sol después de la tormenta, con la certeza con que tú has muerto y resucitado.

Jesús, nos dices: creed en la buena nueva, creed en mi mensaje, creed en mi doctrina, creed en lo que yo haré por ustedes, creed en la salvación que yo les ofrezco.

Jesús, dices al comenzar tu vida pública: Él me ha ungido para llevar las buenas nuevas a los pobres (Lc. 4, 18).

Mi propósito en este día es convertirm­e. La verdadera conversión no solo es interior, sino que requiere hacerse visible en la vida de familia, en el trabajo profesiona­l y en las relaciones con la sociedad.

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