Cooperación para el desarrollo y la transformación económica
La cooperación internacional para el desarrollo tiene sus orígenes en la década de los cincuenta, cuando en el contexto de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y el lanzamiento del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa, el entonces presidente de Estados Unidos hizo un llamado a “poner los recursos de los países industrializados a disposición de los países o regiones insuficientemente desarrolladas, para impulsar su mejora y desarrollo económico”. Así nace la concepción de cooperación internacional tal como la conocemos hoy. Y si bien al inicio se daba mayoritariamente en el ámbito bilateral, a lo largo de los años ha adoptado distintas modalidades: la institucional entre gobiernos amigos, organismos internacionales del Sistema de Naciones Unidas y otros organismos multilaterales, organizaciones no gubernamentales, cooperación entre municipios, apoyo comunitario, entre otras. Nuestro país ha sido un gran beneficiario del apoyo internacional, tanto para la consolidación del proceso de paz que inició en 1992, como para el apalancamiento de importantes programas sociales que en los últimos años han contribuido a reducir la pobreza y a elevar la calidad de vida de grupos poblaciones históricamente marginadas. En materia de apoyo al crecimiento y a la transformación económica también hemos sido depositarios de importantes iniciativas de la cooperación internacional, que han tenido como objetivo contribuir a la creación de una estructura productiva más sólida y competitiva, privilegiando temas tan importantes como la transferencia tecnológica, la formación de los recursos humanos y la inserción de nuestros bienes y servicios en los mercados mundiales. Actualmente están en ejecución importantes proyectos de cooperación en materia económica que además están en perfecta coherencia con nuestra política de transformación productiva. Y es que la efectividad e impacto de la cooperación internacional es mayor cuando se alinea con los objetivos nacionales, y complementa los esfuerzos que se impulsan desde la administración nacional. Así vemos iniciativas como FOMILENIO II que buscan reducir la pobreza a través del fomento a la inversión privada; proyectos de USAID que apoyan la internacionalización de las pequeñas y medianas empresas; cooperación de la República de Corea orientada a fortalecer la cadena de valor en algunas de las industrias con mayor potencial de crecimiento; y el Programa de Cooperación Plurianual de la Unión Europea que, bajo la modalidad de apoyo presupuestario, seleccionó como uno de sus tres ejes principales el apoyo a la política de transformación productiva. De igual manera destaca el apoyo de la República de China–taiwán al desarrollo del sector agrícola y la GIZ con su invaluable aporte al desarrollo económico local. Ninguno de estos esfuerzos nacionales debe descansar exclusivamente en la cooperación internacional, pero mal haríamos en no aprovechar este buen momento para sumar los recursos, el talento y la experiencia que pueden brindarnos los cooperantes para consolidar los procesos de cambio que estamos impulsando en nuestra base productiva. Desde el Ministerio de Economía agradecemos este apoyo y reafirmamos nuestro compromiso con un uso eficiente y transparente de los recursos, basados en una gestión efectiva y ágil de los procesos con un modelo de implementación que facilite el seguimiento y evaluación de los proyectos y con enfoque basado en resultados concretos para las
empresas. En el futuro, un mejor aprovechamiento de la cooperación dependerá mucho del enfoque debidamente orientado de nuestra política económica, del avance de la unión centroamericana, particularmente de la Unión Aduanera del Triángulo Norte, de la continuidad de la política de transformación productiva, de la capacidad de coordinación y cooperación interinstitucional para este propósito y de las suficientes muestras de unidad nacional en torno a objetivos y propósitos comunes. Unámonos para crecer.