“Para la canonización, le hemos pedido al papa Francisco en una carta que le enviamos los obispos diciendo que si es posible que pase por aquí cuando vaya hacia Panamá para ir a la Jornada Mundial de la Juventud”.
IGLESIA CATÓLICA CELEBRÓ CON UNA MISA EL 38 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL BEATO ÓSCAR ROMERO
les dejó ayer a los salvadoreños que se congregaron en la Catedral Metropolitana de San Salvador para celebrar la eucaristía en conmemoración por el 38.º aniversario del martirio del casi santo Monseñor Óscar Arnulfo Romero.
El cardenal salvadoreño comenzó la homilía refiriéndose a la ceremonia católica como una experiencia que se puede resumir en tres palabras: fiesta, júbilo y esperanza.
Rosa Chávez destacó, haciendo referencia al evangelio del apóstol San Juan, en los capítulos 12 y 17, que relatan la hora del sacrificio de Jesús en el altar de la cruz, que así también el beato Romero sacrificó su vida en el momento de la ofrenda en el altar.
Recordó como una curiosidad el hecho de que el mártir, mientras oficiaba la misa en la que fue sacrificado con un disparo certero al corazón, ese domingo quinto de Cuaresma, tomó la Santa Biblia y escogió el referido evangelio de San Juan sin que correspondiera al calendario litúrgico. Y, minutos antes de su asesinato, había expresado: “Si no muriera, este granito quedaría solo; si da fruto es porque muere. En la tierra, solo deshaciéndose produce la cosecha”.
“Romero fue un hombre fiel. Se fue quedando solo, fue perdiendo amigos. Romero fue una ofrenda agradable a Dios. Y Dios nos lo quiso decir, de forma muy clara, al permitir que su muerte fuera en el altar en el momento del ofertorio, porque más claro es imposible hablar”, expresó el cardenal.
También hizo énfasis en que Monseñor Romero fue “el santo de cuatro papas”: del papa Pablo VI, quien cuando lo recibió en audiencia privada en el Vaticano con un mapa de El Salvador en el escritorio, le dijo: “El Salvador, tierra de santos: San Salvador, Santa Ana, San Miguel, San Vicente, Santiago de María. El próximo es usted”; del papa Juan Pablo II, quien visitó “secretamente”, a escondidas del Gobierno, la tumba en la cripta de la Catedral Metropolitana y se refirió a Romero como “celoso pastor a quien el amor a Dios y el servicio a los hermanos condujeron a la entrega misma de la vida de manera violenta, mientras celebraba el sacrificio del perdón y de la reconciliación”; del papa Benedicto XVI, a quien le tocó investigar la doctrina de Romero y cuando un periodista en Brasil lo abordó sobre su pensar acerca de Romero, respondió: “Para mí, es un gran testigo de la fe y merece ser beatificado, no me cabe la menor duda”. Y del papa Francisco, quien ha ordenado su santificación.
CARDENAL GREGORIO ROSA CHÁVEZ