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Los autores de los libros de “El país que viene” entienden el poder de las ideas y la importancia de la participación ciudadana. Tener un papel de liderazgo y una función destacada en diferentes ámbitos como trabajo, comunidad, escuela y universidad demuestra que son referentes, pero compartir esas historias les vuelve un motor de inspiración para la juventud salvadoreña.
En mi artículo dentro del libro “El país que viene: horizonte común”, he insertado una pregunta que marca el ritmo de mi texto: ¿cuál es tu propósito?
Durante mi trabajo diario en diversas comunidades de San Salvador, he conocido a personas que dan más de lo que tienen, que creen que su comunidad puede estar mejor y que se levantan cada día con una gran sonrisa y con el espíritu renovado.
Conozco a jóvenes ejemplo que están haciendo la diferencia con otros líderes de centros poblacionales, donde ejecutan un plan de trabajo dándole cumplimiento a cinco ejes priorizados: organización y convivencia juvenil, prevención de violencia, emprendimiento y autonomía juvenil, educación y recreación.
Ellos desarrollan estos procesos para crear y sumar personas que contribuyan al avance de una sociedad donde existan individuos que tengan claro que hay que darle un sentido positivo a la vida. En cada reunión con los líderes juveniles les digo que “lo imposible cuesta un poco más y derrotados son solo aquellos que bajan los brazos”.
He llegado a la conclusión de que la magia de su actitud radica en que tienen un propósito en su vida, algo se enciende y los mueve, siempre quieren sumar a su hogar, a su comunidad y, en consecuencia, al país que viene.
Otra pregunta que formulo en el libro es sobre el legado. No hablo de las grandes gestas que cuenta la historia, aunque bien valdría la pena inscribirse en esa lista de notables. Más bien, hablo sobre cómo el compromiso y la entrega pueden hablar bien de ti.
Como parte del Instituto Municipal de la Juventud del municipio de San Salvador, he participado en la creación de estructuras organizativas para la conformación y seguimiento de comités juveniles en diversos centros poblacionales de la capital.
Es poderoso el ejemplo y el mensaje que he encontrado en los jóvenes que participan en estos espacios de opinión y participación. La juventud necesita oportunidades, ciertamente. Pero los jóvenes también pueden ser actores de cambio para reconstruir el tejido social de El Salvador.
El voluntariado es una gran posibilidad desde la que se puede activar el enorme potencial de una generación deseosa de transformar la realidad. No es con afirmaciones sobre “lo mal que estamos” lo que va a cambiar a este país, es la actitud positiva y poniendo nuestras fuerzas al servicio de El Salvador.
Tanto los que han encontrado una oportunidad para ser exitosos, como los que aún la buscan, deben compartir una sola vocación y hacer sinergia, sin vacilar: la actitud y la acción son dos elementos vencedores que nos ayudarán a ser mejores en cada meta propuesta.
No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por él. Por el pasado no podemos hacer nada, pero tienes el hoy, cada cosa y cada paso, por pequeño que sea, cuenta.