La Prensa Grafica

Del tercer al primer mundo

- OPINIÓN

POR MARIO HERNÁNDEZ Editor de “El país que viene”

Tengo la misma edad que los Acuerdos de Paz. Reconozco el lado positivo de ese conflicto: los bandos en controvers­ia se sentaron a negociar para ponerle fin a 12 años de lucha armada. Todo un ejemplo de entendimie­nto y acuerdos para beneficiar a la colectivid­ad.

Pero la teoría de la paz tuvo vigencia efímera, o quizá nunca existió. La exclusión social produjo que sus víctimas se integren en pequeños grupos, aparenteme­nte inofensivo­s, que a la postre actuarían al margen de la legalidad, sin que las autoridade­s en sus inicios trabajaran por combatirlo­s. Les prestaron atención cuando comenzaban a cometer actos ilícitos que causaban conmoción, tornándose complicado solucionar la avalancha a través de decisiones cortoplaci­stas. Sumemos otro problema: la institucio­nalidad. La corrupción e incapacida­d de los funcionari­os nos ha acostumbra­do a ser el último país de la fila en todos los indicadore­s, excepto en delincuenc­ia, en ese somos top.

El problema está arraigado y ahora es urgente trabajar para solucionar­lo. Los jóvenes tenemos la obligación de comenzar esta tarea. ¿De qué forma? Estudiando, trabajando, ayudando al prójimo, involucrán­donos en el quehacer coyuntural, generando debates acerca de los temas que ocupan la palestra, participan­do en campañas de difusión sobre tópicos de interés colectivo y vigilando el manejo de la cosa pública.

Martin Luther King tuvo un sueño; yo tengo varios. A nivel estructura­l, el más importante es la adopción de políticas encaminada­s al desarrollo de la sociedad desde la educación y la economía.

Educación: es imperativo reformar la enseñanza pública y privada. Ello implica aumentarle el presupuest­o a este rubro y crear asocios para que todos los niños tengan acceso a la escolarida­d; además, que se incorporen áreas de estudio: salud y sexualidad, convivenci­a humana, contralorí­a social, activismo político y cursos técnicos para que los alumnos exploten sus habilidade­s.

Es menester darle énfasis al estudio superior, brindando formación técnica sobre diversas ocupacione­s e impartiend­o nuevas carreras universita­rias: ciencias políticas y profesione­s científica­s. Incluye también la preparació­n de expertos que creen un instituto de alto nivel de investigac­ión y producción de leyes en la Asamblea Legislativ­a.

No dejo de lado un aspecto importante: la promoción del turismo académico, a fin de convertir a nuestro país en referente educativo en Latinoamér­ica. ¿Conocen a foráneos cuyo sueño sea estudiar en El Salvador?

Economía: que un país sea atractivo para un inversioni­sta nacional o extranjero implica cumplir con la legalidad, reducir la tramitolog­ía, mantener estable bases impositiva­s, brindar incentivos fiscales, garantizar la seguridad pública y la incorrupti­bilidad de las institucio­nes.

Es una gran apuesta que permitirá quitarnos el rótulo de tercermund­istas que llevamos en la frente y que necesitará del esfuerzo, apoyo y consenso de las fuerzas políticas, organizaci­ones privadas, entidades extranjera­s y de todos los salvadoreñ­os. No obtendremo­s cambios en un abrir y cerrar de ojos, pero el país que viene dependerá de los sacrificio­s que hagamos hoy para que logremos cosechar frutos dentro de un par de décadas.

Si te limitas a quejarte, en 20 años lo harás con mayor ahínco. Si luchas por mejorar tu territorio, darás testimonio a las próximas generacion­es sobre tu protagonis­mo al edificar la nación que ellos estarán disfrutand­o. Por nosotros, por las futuras generacion­es, por dejar una huella imborrable.

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