@Lpgsocial
Andrea Celeste nació hace 10 años, pero hasta apenas el año pasado le diagnosticaron Síndrome de Asperger, una condición que está dentro del Espectro del Autismo. Para Gloria Novoa, su madre, esta década ha sido de altos y bajos, de idas y venidas, de risas y llanto. Cuando se le pide autorización para identificarla sin duda responde: “Si yo quisiera gritarlo al mundo, contarle a todos”. Contarle a los salvadoreños el día a día de las madres que tienen hijos con condición de autismo en un país como El Salvador.
Nació de siete meses y una semana, con desnutrición severa, con hipoglicemia, “lloraba 45 minutos, respiraba, se calmaba, y volvía a llorar otros 45 minutos; así pasaba todo el día”, recuerda Gloria sobre la niña. Solo tomaba leche de soya, no le gustaban las frutas ni la verduras, no le gustaba tocar la comida, no le gustaba ninguna textura. “Tampoco le gustaba que la abrazara para darle la pacha, siempre ponía su mano como para separarnos, no le gustaba el contacto”, agrega.
No movía los pies, no gateaba, se arrastraba, casi no hablaba, decía pocas palabras, no podía agarrar cosas, le fallaba la motricidad fina y también la gruesa. Aunque Gloria sabía que pasaba algo, no sabía qué era, todo era extraño. Los consejos de su mamá, la abuela de Andrea, le sugerían: “Dejala llorar; necesita que se le desarrollen los pulmones”; los comentarios de sus amigos cercanos pasaban por: “Ash, qué clavazón, qué nana más ridícula, obsesiva, pobre Andrea, no tiene nada”; y el diagnóstico de los pediatras siempre se enfocaron en su aspecto físico, no en su estado neurológico.
“Sus berrinches no son normales, son crisis, y es bien yuca cuando la gente se te queda viendo y dice: ‘Uy, qué niña más malcriada’. Y yo me preguntaba: ‘¿Será que la consiento mucho?’ Yo supe de su diagnóstico hasta el año pasado, cuando Andrea ya tenía nueve años”, explica, pero el trayecto no ha sido fácil, precisamente porque en este país hay mucho desconocimiento sobre el autismo desde el gremio médico hasta la sociedad.
Lo que ha vivido Gloria lo ha vivido también Jenny Hernández, cuya hija, Daniela, tiene apenas tres años de edad. Ella también llegó a preguntarse si estaba haciendo algo mal como mamá.
“Soy mamá soltera, tuve una depresión posparto y es duro cuando uno recuerda y cae en la cuenta de que tiene un hijo con autismo”. JENNY HERNÁNDEZ, MADRE DE DANIELA