La corrupción ¿un freno permanente de las economías?
La corrupción, en todas sus formas, es el freno más potente que tiene la aceleración de la economía de cualquier país. Al corromper las finanzas públicas, la política, y la libertad, abren paso a la creación de élites de poder, que buscan perpetuarse para engrandecer su acumulación de riqueza. El mundo ha visto actos de corrupción y el marco de actuación gubernamental en China, Arabia Saudita, Guatemala, Corea del Sur y Brasil por mencionar algunos, siendo este fenómeno el responsable que se haya visto la destitución de presidentes, primeros ministros, la inhabilitación de dirigentes políticos opositores, y de las denominadas “revueltas populistas”.
La política actual se entiende desde el contexto de la conducta inapropiada y falta de ética de cientos de funcionarios de gobierno, quienes de forma sistemática hacen gala de actos de corrupción en distintas escalas de medición. Algunos actos de corrupción pasan desapercibidos, pero al sumarlos, son miles de millones de dólares, euros, que son desviados de las arcas estatales hacia destinos personales en lugar de utilizarlos para programas de inversión económica y social.
Cada día en los medios de comunicación, los ciudadanos del mundo se enteran de esquemas sistemáticamente estructurados, que corrompen la cosa pública para hacerse del dinero de los ciudadanos, de forma ilícita. Se conocen públicamente las investigaciones de actos de corrupción en Brasil, Corea del Sur y Panamá, sobre los casos: Petrobras y Odebrecht, Samsung y los Panama Papers, cuyo resultado ha sido el encarcelamiento de dos expresidentes, una presidenta, un magnate heredero y millonarios empresarios.
En tiempos actuales, la corrupción ha evolucionado, pasando del simple soborno, hasta la creación de redes de organizaciones, incluyendo empresas fantasmas, que cumplen con los requisitos legales, arraigadas en el poder gubernamental, orientadas a favorecerse con todos los contratos públicos posibles, en detrimento de la economía de un determinado país.
El rescate de Wall Street y de la industria automotriz norteamericana no le quedó claro al ciudadano “de a pie”, posterior al “crash” del NYSE en 2008, ya que a pesar de que sus dirigentes aceptaron que la causa real fue conducta no ética por parte del sistema financiero, no se culpó ni se encarceló a nadie, ni tampoco se aniquiló la operación sistemática de los activos tóxicos, como para sentar precedentes.
El rostro de la corrupción se muestra de diversas formas, siendo una de las más comunes la ampliación del aparato estatal, en donde parientes cercanos a funcionarios de alto nivel ocupan cargos oficiales y extraoficiales de suma importancia, que les posibilitan apropiarse de recursos públicos para destino personal.
La clase política ha perdido la confianza pública de los ciudadanos quienes ya no creen en los programas gubernamentales que dicen combatir la corrupción. De ahí que sea menor la cantidad de personas que emiten su voto en periodos eleccionarios, sean presidenciales o parlamentarias, y que incremente la nulidad de los votos. En gran medida, eso se debe a que los resultados “deseables” por la justicia, por actos de corrupción, dependen del orden político y económico de cada país.
La tendencia de la ciudadanía es a manifestarse en contra de la corrupción, organizándose en masivas concentraciones públicas, tal y como se ha visto en Venezuela, Rusia, Guatemala y recientemente, Nicaragua.