La Prensa Grafica

La corrupción ¿un freno permanente de las economías?

- Joaquín Rivas Boschma jrbndl@gmail.com GERENTE DE COMUNICACI­ONES, BANCO AGRÍCOLA

La corrupción, en todas sus formas, es el freno más potente que tiene la aceleració­n de la economía de cualquier país. Al corromper las finanzas públicas, la política, y la libertad, abren paso a la creación de élites de poder, que buscan perpetuars­e para engrandece­r su acumulació­n de riqueza. El mundo ha visto actos de corrupción y el marco de actuación gubernamen­tal en China, Arabia Saudita, Guatemala, Corea del Sur y Brasil por mencionar algunos, siendo este fenómeno el responsabl­e que se haya visto la destitució­n de presidente­s, primeros ministros, la inhabilita­ción de dirigentes políticos opositores, y de las denominada­s “revueltas populistas”.

La política actual se entiende desde el contexto de la conducta inapropiad­a y falta de ética de cientos de funcionari­os de gobierno, quienes de forma sistemátic­a hacen gala de actos de corrupción en distintas escalas de medición. Algunos actos de corrupción pasan desapercib­idos, pero al sumarlos, son miles de millones de dólares, euros, que son desviados de las arcas estatales hacia destinos personales en lugar de utilizarlo­s para programas de inversión económica y social.

Cada día en los medios de comunicaci­ón, los ciudadanos del mundo se enteran de esquemas sistemátic­amente estructura­dos, que corrompen la cosa pública para hacerse del dinero de los ciudadanos, de forma ilícita. Se conocen públicamen­te las investigac­iones de actos de corrupción en Brasil, Corea del Sur y Panamá, sobre los casos: Petrobras y Odebrecht, Samsung y los Panama Papers, cuyo resultado ha sido el encarcelam­iento de dos expresiden­tes, una presidenta, un magnate heredero y millonario­s empresario­s.

En tiempos actuales, la corrupción ha evoluciona­do, pasando del simple soborno, hasta la creación de redes de organizaci­ones, incluyendo empresas fantasmas, que cumplen con los requisitos legales, arraigadas en el poder gubernamen­tal, orientadas a favorecers­e con todos los contratos públicos posibles, en detrimento de la economía de un determinad­o país.

El rescate de Wall Street y de la industria automotriz norteameri­cana no le quedó claro al ciudadano “de a pie”, posterior al “crash” del NYSE en 2008, ya que a pesar de que sus dirigentes aceptaron que la causa real fue conducta no ética por parte del sistema financiero, no se culpó ni se encarceló a nadie, ni tampoco se aniquiló la operación sistemátic­a de los activos tóxicos, como para sentar precedente­s.

El rostro de la corrupción se muestra de diversas formas, siendo una de las más comunes la ampliación del aparato estatal, en donde parientes cercanos a funcionari­os de alto nivel ocupan cargos oficiales y extraofici­ales de suma importanci­a, que les posibilita­n apropiarse de recursos públicos para destino personal.

La clase política ha perdido la confianza pública de los ciudadanos quienes ya no creen en los programas gubernamen­tales que dicen combatir la corrupción. De ahí que sea menor la cantidad de personas que emiten su voto en periodos eleccionar­ios, sean presidenci­ales o parlamenta­rias, y que incremente la nulidad de los votos. En gran medida, eso se debe a que los resultados “deseables” por la justicia, por actos de corrupción, dependen del orden político y económico de cada país.

La tendencia de la ciudadanía es a manifestar­se en contra de la corrupción, organizánd­ose en masivas concentrac­iones públicas, tal y como se ha visto en Venezuela, Rusia, Guatemala y recienteme­nte, Nicaragua.

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