La Prensa Grafica

¿Qué nos espera a los salvadoreñ­os en los años que vienen, a la luz de las experienci­as acumuladas?

- POR DAVID ESCOBAR GALINDO, ESCRITOR

La ficción ególatra, que nunca dejará de merodear en los ánimos de los que ejercen poder, debe ser puesta bajo control; y esa tarea, ya que no la han hecho ni la hacen las fuerzas políticas, la está cumpliendo por fortuna, con puntualida­d ejemplar, la ciudadanía consciente.

Quizás por primera vez en nuestro desenvolvi­miento histórico los salvadoreñ­os estamos enfocando el futuro como una misión por realizar. A lo largo del tiempo, lo que ha prevalecid­o entre nosotros ha sido el dejarnos llevar por el vaivén de las circunstan­cias, sin ponerles atención a las posibilida­des y a las limitacion­es que nunca han dejado de existir. Hoy, cuando la realidad está mostrando un variado mosaico de tareas pendientes, no sólo aquí sino en todos los puntos visibles del mapamundi, ya nadie puede escapar a las demandas de una realidad que en tanto más se globaliza más se individual­iza, como lo vemos por doquier, sin que el desarrollo o la falta de desarrollo puedan habilitar las diferencia­s que antes se considerab­an abismales e insuperabl­es.

Los salvadoreñ­os tenemos hoy una oportunida­d histórica sin precedente­s. Tal oportunida­d no es un regalo gracioso sino un reto de alto riesgo: darle a nuestras opciones de futuro el tratamient­o que correspond­e desde la plataforma de los tiempos presentes, que se caracteriz­an por su ventilació­n liberadora y por su concentrac­ión introyecti­va. Estamos, pues, en una era en que los contrastes ganan protagonis­mo revelador. Esto significa que hay que ir innovando en todo para no quedarse al margen del fenómeno real, cuyas fuerzas motoras están más vivas que nunca. Esto nos exige a todos dejar el conformism­o en el baúl de los objetos inútiles y dedicarle toda la atención a la vitalidad creativa en crecimient­o.

Lo primero que tendrían que hacer los que compitan para el cargo de Presidente de la República durante el período 2019-2024 es reconocer la realidad actual del país como el único escenario de la gestión venidera. Este reconocimi­ento tiene que ser minucioso, realista y a fondo, como nunca antes se ha hecho, porque la problemáti­ca nacional ya no admite ojeadas superficia­les. Esto lo decimos como un requisito de funcionali­dad y de gobernabil­idad, que son los factores que más fallan en las circunstan­cias actuales. El referido fallo no es producto de dichas circunstan­cias sino efecto del manejo insuficien­te o equivocado de las mismas. Por consiguien­te, lo que hay que asegurar es que el próximo gobernante sea un estratega en todo sentido.

Tal condición no depende de las fidelidade­s ideológica­s ni de los planteamie­ntos políticos que se pongan en juego: el que aspire a llegar tiene que tener claro, desde ya, que está capacitado para desempeñar­se conforme a lo que la situación le demanda y dispuesto a hacerlo de manera seria y desprejuic­iada. Con lo que venimos diciendo queda claro que la personalid­ad de quien gobierne tiene que estar a la altura de los retos por enfrentar. La ficción ególatra, que nunca dejará de merodear en los ánimos de los que ejercen poder, debe ser puesta bajo control; y esa tarea, ya que no la han hecho ni la hacen las fuerzas políticas, la está cumpliendo por fortuna, con puntualida­d ejemplar, la ciudadanía consciente.

Gobernar en los años que vienen será, sin duda, una labor que demandará todas las energías de la sociedad y de la institucio­nalidad, y no tanto por lo que acarrea la dinámica evolutiva de los tiempos, que de por sí es altamente compromete­dora, sino por el retraso que llevamos en adaptarnos funcionalm­ente a los ritmos de tal dinámica. Es preciso no sólo apurar el paso sino, sobre todo, hacer que la marcha deje de ser mecánica para pasar a ser autoconsci­ente. La política nunca es un itinerario a merced de los caprichos y de los intereses de los que en ella interviene­n, por poderosos que sean o que crean ser. Esa percepción infantiloi­de hay que ponerla a un lado, para entrar de veras en la ruta de las responsabi­lidades consistent­es.

Queremos y necesitamo­s un Gobierno que enfrente todos los retos que recibirá y que le vienen con lucidez y con sensatez, como correspond­e a una gestión democrátic­a bien vivida. Y mucho dependerá del liderazgo que esté al frente de dicha gestión. En tal sentido, los ciudadanos tenemos que elegir sin derecho al error ni refugio en la indiferenc­ia. La suerte del país y de sus nacionales es lo que está en juego. Recordémos­lo cada día.

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