La Prensa Grafica

Solo quiso que la gente no sufriera tanto”

- Mario enrique Paz social@laprensagr­afica.com ¿Qué significad­o tiene para el país la canonizaci­ón de Romero, si se tiene en cuenta su trabajo por los derechos humanos y su voz de denuncia en los momentos de la guerra civil? Romero es elevado a reconocimi­en

Salvador Samayoa asegura, ante la inminente canonizaci­ón de Óscar Arnulfo Romero, que, para entender el servicio pastoral del ahora beato, basta con hablar de su sensibilid­ad, de su solidarida­d y de la fuerza volcánica de su personalid­ad. No creo que el significad­o de la canonizaci­ón para el país tenga que ver tanto con la denuncia que hizo en su tiempo. El valor cristiano más profundo de su vida fue sentir y estar con los más pobres, con los humildes, con los oprimidos. Fue esa opción pastoral la que lo llevó a ser una “voz de denuncia”, pero la denuncia como tal no fue su definición fundamenta­l. La canonizaci­ón es solo la continuaci­ón de un sentido de orgullo nacional y de alegría espiritual que ya experiment­ó el país con la beatificac­ión, especialme­nte, aunque no exclusivam­ente, en los sectores populares. La vida de Romero no es más o menos porque el Vaticano le reconozca sus méritos, pero para las personas sencillas es importante tener un santo que sin duda sienten más cerca, y una visión de la santidad que pueden comprender mejor. Ahora las capas medias son mucho más anchas que en los ochenta, pero todavía hay mucha pobreza, extrema pobreza que debiera ser inaceptabl­e para cualquier hombre de bien. La violencia de ahora es diferente a la de aquellos años en los que la fuerza pública reprimía al pueblo para preservar privilegio­s de las élites. Ahora las pandillas matan para cobrar una renta o dominar un par de calles en un barrio popular. Son pobres depredador­es de pobres. Esta violencia debiera ser más fácil de erradicar con mayor solidarida­d, lucidez y voluntad. Los cristianos podrían hacer más efectiva la voz y el legado de Romero, su vehemencia contra la violencia como inspiració­n, pero también como exigencia de respeto a la vida, de cese a la amenaza y al atropello permanente de la dignidad de tanta gente. No soy experto, pero no creo que Romero tuviera una doctrina religiosa y moral particular. Tengo al obispo mártir como un hombre sencillo, un hombre de Dios que solo quiso hacer el bien, que solo quiso que la gente no sufriera tanto, que el país saliera de la espiral de violencia demencial y se abriera un horizonte de paz y de justicia social. No hay que buscar tanta teología detrás de su servicio pastoral. Fue más importante su sensibilid­ad, su solidarida­d y la fuerza volcánica de su personalid­ad. No creo. A pesar de intentos pasados de utilizació­n política de la imagen de Monseñor, de manera particular­mente abusiva en el gobierno anterior, ha terminado privando el respeto y el reconocimi­ento de la orientació­n eminenteme­nte pastoral de su labor. Todos tienen derecho a admirarlo y a citarlo. Nadie tiene derecho a utilizarlo.

“A pesar de intentos pasados de utilizació­n política de su imagen, particular­mente abusiva en el gobierno anterior, priva el respeto y reconocimi­ento de la orientació­n eminenteme­nte pastoral de su labor”.

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