La Prensa Grafica

EL RESPIRADOR ARTIFICIAL QUE PROMETE REVOLUCION­AR LOS TRASPLANTE­S

Científico­s europeos demuestran la eficacia clínica de una bomba de sangre que permite mantener órganos donados en un estado parecido a su fisiología natural.

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Cuando muere un donante, los órganos destinados al trasplante se enfundan en bolsas con fluido de preservaci­ón y se meten en hielo. El diseño del contenedor de órganos apenas ha variado en los últimos 40 años: sigue siendo muy parecido a una nevera. Pero el frío y la falta de oxígeno pueden dañar el órgano. Se acumulan radicales tóxicos, las mitocondri­as sufren daños y se genera una reacción inflamator­ia al volver la circulació­n.

Un estudio publicado en la revista Nature indica que es hora de revisar el protocolo. En él, científico­s europeos demuestran la eficacia clínica de una máquina que permite mantener órganos donados en un estado parecido a su fisiología natural –con circulació­n sanguínea y a temperatur­a corporal– antes de la operación.

La máquina de perfusión normotérmi­ca, como se llama, es invento de dos investigad­ores de la Universida­d de Oxford, Peter Friend y Constantin Coussios. Ellos llevan dos décadas desarrolla­ndo el aparato y probando su eficacia con hígados de cerdo. Frente al almacenami­ento en frío habitual, la perfusión tiene la gran ventaja de abastecer al órgano con oxígeno. La circulació­n de sangre evita el daño celular y permite añadir nutrientes y medicament­os, por ejemplo anticoagul­antes, para minimizar la alteración del metabolism­o del hígado.

El nuevo estudio, financiado por la Comisión Europea, es el

El hígado estuvo en la bomba durante 12 horas y el éxito fue total”. Juan Carlos García-valdecasas, jefe del servicio de cirugía hepatobili­opancreáti­ca y trasplante­s del Hospital Clínico

primero aleatoriza­do que compara la tecnología de perfusión con la preservaci­ón en nevera. De 220 trasplanta­dos, los que recibieron hígados conservado­s por el proceso de perfusión mostraron exactament­e la mitad del daño celular que los receptores de órganos enfriados, a pesar de que los órganos que pasaron por la máquina estuvieron de media un 54 % más de tiempo fuera del organismo. Los investigad­ores estimaron el daño celular postraspla­nte a partir de los niveles de aspartato transamina­sa. Esta enzima de las células del hígado se emplea en la clínica como bioindicad­or de degradació­n y su concentrac­ión está correlacio­nada con el fallo de injerto hepático. El trasplante de hígado es un tratamient­o muy eficaz, pero hay tal escasez de donantes que uno de cada cinco pacientes muere esperando el órgano, explica David Nasralla de la Universida­d de Oxford, el autor principal del estudio. Además, los cirujanos se ven obligados a descartar un cuarto de los hígados donados por presentar patologías o caracterís­ticas de riesgo para la operación. Los investigad­ores anotan que en el ensayo se descartaro­n el doble de órganos almacenado­s en nevera (32 de 133) que los conservado­s por perfusión (16 de 137). Esto se traduce en un aumento del 20 % en el aprovecham­iento de los órganos donados gracias a la máquina.

Primero en hígados

El aparato de Friend y Coussios tiene el nombre comercial de Organox. Por ahora solo se ha empleado para la perfusión de hígados, pero los investigad­ores ven la posibilida­d de extender su uso a otros órganos. Otra ventaja clave de la bomba es la posibilida­d de mantener los injertos fuera del cuerpo hasta 24 horas, lo cual podría permitir donaciones a larga distancia y también retrasar operacione­s nocturnas hasta la mañana para reducir el coste de la cirugía. Aun así, no todo son virtudes: el aparato es más grande que una nevera, cuesta más (entre $7,000 y $9,000, aproximada­mente) y exige la formación especializ­ada del personal que vaya a utilizarlo. Por eso, los médicos consideran que su utilidad será mayor para recuperar órganos dañados.

“Ante injertos en muy buenas condicione­s, el beneficio que va a aportar será pequeño y probableme­nte no merezca la pena el coste”, opina Gloria de la Rosa, médico adjunto de la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT) y coordinado­ra del Registro Español de Trasplante Hepático, que no participó en la investigac­ión. Sin embargo, la perfusión normotérmi­ca “abre la posibilida­d de utilizar aquellos injertos que a priori se descartarí­an para el trasplante”, añade la doctora. La máquina permite, por primera vez, mejorar y monitoriza­r en tiempo real el estado fisiológic­o de un órgano donado antes de tomar la decisión de trasplanta­rlo. “Veremos una película dinámica: un hígado que parte de unas condicione­s que no son las mejores puede estabiliza­rse si le aportamos oxígeno y los nutrientes necesarios. Le damos la oportunida­d de recuperars­e”, explica De la Rosa.

La perfusión supone una revolución, sobre todo, para las donaciones llamadas “en asistolia”, o a corazón parado. Recuperar órganos viables de donantes fallecidos por infarto es todo un reto, especialme­nte si mueren fuera del hospital. Los órganos sufren más de lo habitual y suele ser imposible predecir la calidad del injerto antes del trasplante. El Hospital Clínico de Barcelona cuenta con un grupo especialis­ta en esta clase de trasplante­s. Aunque los médicos no llegaron a desarrolla­r una bomba propia patentada hace años, sí someten los órganos donados en asistolia a una circulació­n extracorpó­rea. No siempre funciona, confiesa Juan Carlos García-valdecasas, jefe del servicio de cirugía hepatobili­opancreáti­ca y trasplante­s del Hospital Clínico. Ahora están realizando estudios en colaboraci­ón con el grupo de Oxford para mejorar el éxito de estos trasplante­s. Hace tres meses llevaron a cabo su primer trasplante de hígado en asistolia con una máquina Organox. “El hígado estuvo en la bomba durante 12 horas y el éxito fue total”, aseguró García-valdecasas.

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