La Prensa Grafica

La donación de la UNESCO que Bukele dejó perder

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En un territorio que vive en escasez de agua y donde el lugar de la basura es en las calles públicas, en un San Salvador sobrepobla­do, que según la Organizaci­ón Mundial de la Salud posee aire con alto nivel de contaminac­ión, una iniciativa ambiental viene a convertirs­e en un flotador en medio del océano, que alberga la

esperanza de poder rescatar lo poco que queda de flora y fauna en el territorio nacional. Esa esperanza es la que la Alcaldía Municipal de San Salvador desperdici­ó en manos de la ineficienc­ia administra­tiva. De esta patología institucio­nal fue víctima Milagro Cristales y su equipo de trabajo. Ella es parte del equipo consultor de biólogas por el desarrollo sostenible, quienes ganaron en 2016 junto a la alcaldía municipal un concurso de la UNESCO para financiar el proyecto llamado “Parques sustentabl­es y saludables”, que se desarrolla­ría en el parque Satélite, en la capital. El certamen fue a nivel centroamer­icano. Se les otorgó un monto de $20,000 para su ejecución. Esta estaría a cargo de la alcaldía, pero las verdaderas madres del proyecto eran las biólogas. La aprobación por parte del alcalde Bukele y su concejo para iniciar la obra se dio en febrero de 2017, pero nunca se hizo nada.

“Es falta de visión”, expresa Milagro mientras se arregla un sombrero de paja delgada. Sentada en una mesa en el parque donde tuvo la ilusión de enseñar sobre el medio ambiente, como quien habla sobre las cenizas de algo que no pudo ser, Milagro describe el proyecto como una zonificaci­ón ecológica: rotular el parque para que las personas sepan cómo comportars­e dentro de él, de una forma amigable al medio ambiente, y así poder replicarlo en el diario vivir.

El parque Satélite es hogar de una poblada vida silvestre sin estudiar; esa era otra de las intencione­s: estudiar los corredores biológicos, conocer de dónde han llegado los animales y por qué han llegado al parque. La hipótesis de Cristales es que su espacio natural se ha ido reduciendo con el peligro humano al acecho por lo que toman el parque como hogar. Estas son cosas que en medio del esmog, la paranoia colectiva por la insegurida­d, la rebusca por el pan diario y por la misma insensibil­idad a la que nos lleva el vértigo de vivir el aquí y ahora, por eso y otras cosas, muchas otras igual de relevantes, se pasan por alto. En respuesta a esto, para despertar la conciencia ambiental se planeaba impartir 24 talleres sobre la pérdida de la biodiversi­dad, la contaminac­ión del agua, las causas y efectos de los cambios climáticos, legislació­n ambiental, etcétera. Los temas serían impartidos por el grupo de biólogas especializ­adas y estarían abiertos a todo público. Para completar una educación ambiental integral se pensó en promover la educación alimentici­a a través de cuatro cafetines con la oferta de menús saludables, un hito en la historia de El Salvador: una cafetería de parque sin comida chatarra. Pero todo quedó en una ficción. Luego del aval de Bukele y su concejo para la ejecución del proyecto, alguien o algunos en los mandos medios no ejercieron con eficiencia sus funciones públicas. A pesar de que el dinero de la UNESCO ya estaba en una cuenta en el país, en la alcaldía nadie firmaba para realizar las compras. Pasó un mes, dos meses, tres y llegó diciembre, mes límite para utilizar los fondos. La alcaldía salía de vacaciones el 19. Le dijeron a Milagro que el siguiente año pedirían prórroga para utilizar el dinero. Ella sabía lo que iba a pasar. Y pasó. En marzo la alcaldía quiso poner en marcha el proyecto, pero la UNESCO pidió que devolviera­n el dinero. No hubo prórroga. No hubo parque sustentabl­e y saludable. No hubo investigac­ión científica. No hubo educación ambiental. No hubo visión.

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