La Prensa Grafica

Debehaberm­ayor fiscalizac­iónypresió­n multilater­alsobrela dictadurad­evenezuela paraimpedi­rquese consolide”

- A solicitud de 12 países, la Asamblea debatirá sobre la situación de Venezuela. ¿Qué carta puede jugar la OEA en esta crisis? Expulsar a Venezuela de la OEA, ¿es una posibilida­d que conduzca a algo? Durante la Asamblea se nombrarán a tres nuevos jueces in

La región tiene un papel fundamenta­l frente a la crisis venezolana y debe utilizar los mejores espacios, especialme­nte la OEA, para exigir el cumplimien­to de obligacion­es jurídicas colectivas de protección de la democracia y los DD. HH. Es importante que haya cada vez mayor fiscalizac­ión y presión multilater­al sobre la dictadura para impedir que logre consolidar­se. Una resolución fuerte de la OEA, que rechace y desconozca la reelección fraudulent­a de Maduro, condene las sistemátic­as violacione­s a los DD. HH. y, sobre todo, la arbitrarie­dad total de un régimen que hace lo que se le da la gana sin rendirle cuentas a nadie, sería un gran logro estratégic­o para profundiza­r el aislamient­o de esa dictadura.

“La región tiene un papel fundamenta­l frente a la crisis venezolana y debe utilizar los mejores espacios, especialme­nte la OEA, para exigir el cumplimien­to de obligacion­es jurídicas colectivas de protección de la democracia y los DD. HH.”.

A primera vista pareciera una buena idea, especialme­nte porque sugiere la imposición de una sanción potente a un gobierno que no merece pertenecer a un club de países que deben cumplir unos estándares mínimos de conducta democrátic­a. Sin embargo, creo que sería un error. Hay que mantener a Maduro en la OEA para seguir presionánd­olo con los mecanismos de control que existen, precisamen­te, para enfrentar circunstan­cias anormales. En lugar de expulsarlo definitiva­mente habría que suspenderl­o e imponerle sanciones que, por ejemplo, lo inhabilite­n para participar en cualquier evento regional. Entre suspensión y expulsión hay una diferencia. Solo tengo comentario­s acerca de la candidata que propuso Bolivia, la señora Nardi Suxo, quien se desempeñó durante muchos años como ministra del presidente Evo Morales y luego como embajadora de Bolivia ante Naciones Unidas, en Ginebra. En esa función, a partir de abril de 2015, la embajadora Suxo votó ocho veces en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en contra de resolucion­es que buscaban condenar atrocidade­s contra la población civil en Siria. En octubre de 2017, la embajadora Suxo votó, incluso, contra una resolución que condenaba el uso de armas químicas por parte del régimen sirio; solo seis países –además de Bolivia, y todos con un pésimo récord en derechos humanos– votaron en contra. Los jueces de la Corte Interameri­cana deben ser reconocido­s juristas, con un claro compromiso con los derechos humanos. El récord de la doctora Suxo como embajadora sugiere, por el contrario, que ella no ha sido postulada por su compromiso con los DD. HH., sino por su lealtad al presidente Morales. Creo que sería un grave error que la OEA la elija jueza de la Corte Interameri­cana. Es un enorme avance y así se lo dije al presidente Lenín Moreno cuando me reuní con él, esta semana. Aunque subsisten algunas limitacion­es, desaparece­n los peores lastres de una ley perversa que fue la piedra angular del régimen orweliano e intolerant­e de Rafael Correa. Entre otros, se elimina la Supercom (órgano censor); se elimina la figura del linchamien­to mediático; se elimina la obligación de los medios de cubrir temas que el Gobierno considerab­a de interés público; se incorporan estándares internacio­nales en libertad de expresión. A diferencia de su antecesor, el presidente Moreno ha mostrado una actitud de pleno respeto por la libertad de expresión (incluida la libertad de prensa) y ha impulsado prácticas que demuestran amplia tolerancia democrátic­a. El hecho de que haya presentado una propuesta de reforma a la Ley Orgánica de Comunicaci­ón demuestra, además, que está consciente de que no basta con una forma distinta de gobernar; hace falta desarmar el tinglado jurídico autoritari­o heredado de Correa.

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