La Prensa Grafica

No basta con cambiarle la cara a la capital”

- ¿Desde el 28 de junio del año pasado cómo ha cambiado su vida personal y pastoral? Su nombramien­to llegó en un momento tenso para el país: en campaña electoral, la pugna de la ley del agua, la violencia que no termina, los escándalos por corrupción. ¿Cómo

Gregorio Rosa Chávez dice que no es un modelo para nadie, pero sí admite que con el nombramien­to de cardenal por el papa Francisco hace un año han cambiado algunas cosas en su relación con la curia y los laicos. Prefiere omitir su opinión sobre el porqué no fue nombrado arzobispo. Cree que el país necesita una verdadera conversión y es crucial tocar el corazón de quienes toman las decisiones. Externamen­te muy poco: Vivo siempre en la parroquia San Francisco, celebro la misa cada mañana, sigo visitando cada día el Complejo Educativo San Francisco, sigo recorriend­o a pie las calles del centro de la ciudad, pero a otro nivel hay cosas nuevas: más invitacion­es, el modo de dirigirse a mi persona, más viajes al exterior y lo más novedoso la cercanía física al papa Francisco, quien me ha llamado para ser uno de sus inmediatos colaborado­res. En esta perspectiv­a permanezco atento como antes, pero ahora debo ser más cuidadoso con mis declaracio­nes y talvez tengo mayor posibilida­d de impulsar decisiones útiles al país. Ciertament­e, el panorama se ha ampliado más allá de las fronteras de la Arquidióce­sis de San Salvador y las demandas para que intervenga en ciertas situacione­s personales o sociales han aumentado. La autoridad no viene junto con los ornamentos cardenalic­ios. Está relacionad­a con la credibilid­ad. Siempre he intentado ser coherente, pero estoy muy lejos de ser un modelo. El modelo es Jesús, en quien coincidían –como lo dijo san Juan Pablo II– “el mensaje y el mensajero”. Varias personas me han reclamado por estas palabras tan duras y tienen razón. Mi intención era subrayar que si queremos que el Santo Padre nos visite, debemos hacer un esfuerzo serio de transforma­ción moral. No basta con cambiarle la cara a la capital. Se dijo humorístic­amente que Juan Pablo II ha sido el mejor alcalde de nuestra ciudad porque en pocos días la transformó con su visita. Recuerdo qué hermoso se veía el bulevar del Ejército cuando lo recorrió en el papamóvil el 6 de marzo de 1983.

Muy fácil: Francisco y san Juan Pablo II. Los dos son maravillos­os vicarios de Jesucristo de la humanidad. y guías espiritual­es Esa pregunta no es para mí sino para los miembros de la Iglesia. Me siento bien ante distintos auditorios. Procuro que mi mensaje esté en plena sintonía con el Evangelio y con el magisterio del papa Francisco. El símbolo más humano de una Iglesia en marcha fue la peregrinac­ión que hicimos el año pasado a “la cuna del profeta” Romero. El país entero parecía pintado color de esperanza. Pero hace falta que ese caminar nos lleve a dinamismos transforma­dores de la realidad. Un punto crucial es tocar el corazón de quienes toman las decisiones que nos afectan a todos, es decir, los dirigentes en los distintos campos de la vida nacional. Pareciera que la palabra Iglesia aquí significa dirigentes religiosos, pero cuando comprendam­os que la Iglesia somos todos, el rostro del país va a cambiar. Una gran dificultad es que a muchos fieles les cuesta

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