EL PLOP DEL TIKI-TAKA
España repartió más de 1,000 pases ante Rusia, pero sin profundidad, quedó afuera en el manchón de penalti.
La España del sufrimiento interminable, que enterró su brillantez desde el terremoto interno que le dejó sin seleccionador a dos días del estreno, se despidió del mundial 2018 con un castigo a la especulación y con la mala fortuna de su pasado en la tanda de penaltis final, tras caer en la maldición del anfitrión frente a Rusia.
Instalada en una imagen alejada de la brillantez que le condujo a la gran cita de Rusia, España se despidió del mundial sin mostrar su potencial. Con un dominio sin pegada en un duelo en el que especuló ante un rival inferior en calidad que encomendó todo a la tanda final. Los fallos de Koke y Aspas más la ausencia de una intervención de De Gea impulsaron el triste final de la leyenda Iniesta.
La España desdibujada que caminaba por el mundial 2018 necesitaba una mano de entrenador. Poner freno al despropósito se convertía en obligatorio y con los focos apuntando a Fernando Hierro, al seleccionador accidental no le tembló el pulso para revolucionar el once y sentar a Iniesta. Quizá la intrascendencia de Silva le hacía merecedor del banco antes que a Andrés Iniesta, que esperaría el momento de cambiar un panorama al que España se condujo voluntariamente.
El ambiente de todo un estadio en contra, el quejido a la posesión que no amansó a las fieras pero frenó el inicio de raza ruso esperado. España intimida con su nombre y Rusia cambió su dibujo. Defensa de cinco, de las que se le suelen atragantar a La Roja, aunque para ello tuviese que renunciar a su jugador más desequilibrante del mundial, Denís Chéryshev.
El balón se tiñó de rojo pero solo sonrío cuando pasó por las botas de Isco. España pedía a Marco Asensio y le faltó dar el paso para desbordar.
El plan de Rusia era tan simple como efectivo. Balones en largo al gigantón Dzyuba, que se topó con el oficio de Ramos, y velocidad como castigó al mínimo error en el pase español. Fue cuando Koke mostró su importancia en el repliegue. España ganaba equilibrio. Busquets respiraba.
REGALO CON VENENO
El movimiento de tres medias puntas con libertad como Isco, Silva y Asensio debía derrumbar la rigidez del bloque. Pero el duelo se desequilibró en la primera incorporación de Nacho, novedad en el costado derecho. La falta al segundo palo con intención de Asensio buscó al capitán. Ramos celebró su gol más perseguido, tras buscar el remate cayendo, con el pie derecho. FIFA se lo dio a Ignashévich, que en su afán por frenar al rival perdió de vista el esférico.
Adentrarse en un escenario perfecto, explo- tando el balón parado que marca este mundial, adelantándose en los primeros minutos en un duelo del todo o nada, lejos de beneficiar a España perjudicó a su lectura del partido. Rusia estaba obligada a cambiar su plan sobre la marcha, pero no tenía ninguna intención.
Reaparecía un peligro ya conocido: el toque sin intención. Ni verticalidad ni ritmo. El abuso del pase horizontal para inyectar anestesia hasta al cronómetro, sin pisar línea de tres cuartos, instalada en un juego intrascendente. Y entonces todos desaparecieron menos Isco.
Y como si el penalti o la falta regalada cerca del final a Cristiano para el empate, o el malentendido entre Iniesta y Ramos ante Marruecos no fuesen suficientes, Piqué añadía uno más a la colección de despropósitos. Saltó de espaldas tras córner, con los brazos arriba y el testarazo de Dzyuba le golpeó. Penalti claro y 1-1.
La especulación ya tenía castigo. España tuvo en su mano lanzarse por un segundo gol que sentenciase y no volvió a disparar a puerta.
La actitud se modificó en la reanudación. España batió cualquier récord de toques en un mundial, aumentó la velocidad sin espacios.
La mala fortuna que marcó un tiempo pasado sobrevolaba el Luzhniki. España se desesperaba con un penalti a Piqué que el VAR no quiso dar y en la tanda final, le fue horrible y los fallos de Koke y Aspas la mandaron a casa.