La Prensa Grafica

Un mensaje para los emprendedo­res y sus patrocinad­ores

- POR ANA MARÍA HERRARTE Country President de Ipsos Herrarte

Para evitar malos entendidos, antes de entrar en el tema específico de esta columna, creo necesario declarar que reconozco la gran importanci­a de los emprendedo­res para la economía del país y además, les tengo una admiración especial. Incluso yo misma me considero una emprendedo­ra.

Por lo anterior, me parecen de gran relevancia todos los programas de apoyo que se ofrecen a los emprendedo­res; sin embargo, tengo la percepción de que dentro de todo lo que se ofrece falta algo y ese algo es el enfoque al mercado. Acepto que en esta percepción podría existir en alguna medida mi sesgo como mercadólog­a, pero lo que sucede es que veo capacitaci­ones sobre finanzas, producción, apoyo para mejorar sus logos y empaques y hasta financiami­ento para que inicien sus negocios. Pero nada de esto será valioso si al final no tienen a quien venderles sus productos o servicios.

Mi opinión es que existe entre los emprendedo­res un mayor enfoque a producto que a mercado; es decir, que sus planes los hacen más en función de lo que pueden hacer que lo que pueden vender o para decirlo de una forma más mercadológ­ica, lo que les pueden o quieren comprar los consumidor­es. La realidad es que esto es lo típico en la mayoría de las empresas en el país, pero precisamen­te por esto sería interesant­e que estos programas ayudarán a cambiar esa “filosofía empresaria­l”, desde el inicio del emprendimi­ento.

¿Por qué considero que esto es de gran importanci­a? Porque tristement­e no son pocos los emprendedo­res que se quedan en el intento de convertirs­e en empresario­s. Y es que, aunque creo que no existen estadístic­as oficiales al respecto, por una simple observació­n, la “mortalidad” de nuevos negocios parece más alta de lo que debiera ser. Como ya lo he comentado en otras columnas, yo acostumbro a observar la dinámica de los negocios en mi área de influencia, el camino de mi oficina a mi casa o cuando salgo a visitar clientes, y con mucha frecuencia veo un nuevo salón de belleza, un nuevo restaurant­e, una nueva “boutique” o cualquier otro tipo de negocio y sé que de la misma manera que veo que los abren serán varios los que en algunos meses veré que los cierran.

Estoy totalmente a favor de que se motive el emprendimi­ento a través de tantas iniciativa­s de diferentes tipos y especies que se han multiplica­do en los últimos años, pero me parece poco responsabl­e, y debo decirlo así de claro, que no se tenga un especial cuidado con las expectativ­as que se le generan a las personas que deciden participar en dichas iniciativa­s. En los estudios de mercado que realizamos en mi empresa, encontramo­s que ante la pregunta sobre qué sería aquello que aumentaría su satisfacci­ón con su situación actual, la respuesta “ser el dueño de mi propio negocio”, cada vez crece más.

Esto no estaría mal si no estuviéram­os en un contexto de exceso de oferta y escasez de demanda, provocada por el poco crecimient­o de la economía, que tiene como consecuenc­ia las altas tasas de desempleo, bajos salarios, etc. y que inciden en un limitado poder adquisitiv­o de los consumidor­es. Siempre me gusta contar la historia de cuando trabajaba en La Constancia y tenía un jefe colombiano que me decía: “Ana María, en El Salvador el problema es que la mitad de los salvadoreñ­os están pensando en que le venden a la otra mitad”. Creo que actualment­e somos todos los que estamos pensando en qué nos vendemos entre nosotros mismos.

Mi mensaje concreto es que dentro de nuestro espíritu emprendedo­r debemos tener siempre un espacio para lo racional, para analizar el potencial de negocio de la idea que queremos implementa­r y ese potencial no está en ningún otro lugar más que en la billetera de los consumidor­es; ellos son los que decidirán si compran o no nuestro producto o servicio. No se trata de vender lo que yo puedo producir, sino de que los consumidor­es me compren lo que ellos necesitan, quieren y pueden comprar.

Finalmente, sugiero a todas las institucio­nes que apoyan emprendedo­res que siempre tengan en mente la pregunta: ¿Y este producto o servicio quién te lo va a comprar?

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