Ahora más que nunca se necesita coordinar esfuerzos para hacer que el país pueda superar con éxito sus múltiples desafíos
El desenvolvimiento de la política nacional viene siendo complejo y en muchos sentidos traumático desde hace mucho tiempo; la situación de inseguridad imperante mantiene a los distintos sectores en situación de alto riesgo ya de manera sistemática; el dificultoso avance del progreso económico y social pone escollos y trabas a cada paso; y hoy los trastornos climáticos vienen a sumarse a un estado de cosas que ya tenía suficiente para ser calamitoso y de pronóstico reservado. En tales condiciones, lo que se hace imperioso y urgente es que haya un replanteamiento general de las formas de tratar la problemática en su conjunto, para ir alumbrando vías de salida de los distintos laberintos en que los salvadoreños nos hallamos inmersos. Lo que se ha hecho hasta el momento no sólo es insuficiente sino cada vez más atentatorio contra lo que el país necesita.
La política y los políticos están, en términos generales, atrapados en una especie de autismo que no les permite ver la realidad tal como es; y eso se agrava cuando hay que tomar acciones trascendentales como son, para el caso, la elección de magistrados para que integren la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, y la conducción inteligente de las decisiones que apunten a una elección presidencial tan decisiva como la que se llevará a cabo el próximo 3 de febrero de 2019.
La inseguridad continúa campante, y en tanto no se dé una dinámica integrada para atacarla a fondo, seguiremos en las mismas. Todas las fuerzas nacionales tienen que poner los temas de la violencia y de la inseguridad en la primera plana de sus respectivas agendas, para poder avanzar hacia la agenda común que se vuelve insoslayable. Proyectar en conjunto y actuar al unísono son los retos por asumir de inmediato. Y esto también debe darse en el ámbito de lo socioeconómico, porque ya no se puede seguir lanzando tiros al aire cuando lo que se requiere es apuntarle al progreso con puntería consensuada.
Para colmo de males, hoy el clima también se está volviendo un factor altamente desestabilizador, como vemos en las inmediatas consecuencias de la sequía extrema que se está padeciendo sobre todo en la zona oriental del país, pero con amenazas en todas partes. Las pérdidas en las siembras de maíz son ya catastróficas, y podrían ser mayores si la falta de agua continúa. En realidad, cuando el clima se trastorna toda la naturaleza padece, y por consecuencia inevitable es la población la que paga las consecuencias. En este punto también se requieren medidas que cuenten con el apoyo de todos, para superar los trances de la mejor manera posible.
Desde cualquier ángulo que se vean todos estos aconteceres, lo que salta de inmediato a la evidencia y a la vista es el imperativo de tratar los problemas con estricto criterio de unidad. La competencia legítima es una cosa y la responsabilidad con el país es otra, aunque tengan vínculos naturales. Esto hay que subrayarlo siempre, porque se ignora o se disfraza a cada paso.
Es muy del caso que la ciudadanía, que muestra cada vez más conciencia sobre lo que al país le conviene en sus momentos sucesivos, siga presionando con todos los recursos a su alcance para que nadie se quede fuera del juego.