La Prensa Grafica

Veteranos deportados, en el limbo para volver a EUA

Los veteranos deportados se preguntan por qué el país al que sirvieron les da la espalda de esta manera. Sin embargo, no pierden la esperanza de regresar a EUA.

- Efe departamen­to15@laprensagr­afica.com

Esa es mi bandera. Lo sigue siendo”. Como decenas de veteranos deportados, el mexicano José Melquíades sigue sintiendo como suyos los colores de Estados Unidos, por lo que conserva, al otro lado de la frontera, la esperanza de regresar a un país para el que no guarda “malos sentimient­os”.

En la fronteriza ciudad mexicana de Tijuana, una pequeña casa sirve como punto de encuentro y refugio para aquellas personas que llegaron a Estados Unidos hace años, ejercieron como militares y más tarde, por alguna falta o delito menor, fueron expulsados de ese país.

Desde hace unos días, José Melquíades Velasco duerme en este hogar, en el que una gran bandera estadounid­ense recibe a los visitantes. En el que temporalme­nte será su hogar por un máximo de tres meses, José insiste en su inocencia.

“Yo hice mi tiempo (en prisión), todo el tiempo que el juez me dijo que tenía que hacer. Hay personas que están allá, cometen delitos y cuando terminan, salen a la calle. ¿Por qué yo no?”. EMILIANO ARCE, VETERANO DEPORTADO

JOSÉ MELQUÍADES VELASCO, VETERANO DEPORTADO

ERROR: NO NACIONALIZ­ARSE

Nacido en Guadalajar­a, este veterano de 64 años ha vivido prácticame­nte toda su vida en Estados Unidos, adonde llegó cuando tenía 11.

Entró en el servicio militar a principios de la década de 1970, cuando la Guerra de Vietnam daba sus últimos coletazos. Durante años fue instructor de los sistemas de armamento de helicópter­os de combate y formó parte de la Guardia Nacional.

Un día quedó atrapado en mitad de un tiroteo y fue detenido por la policía. Tras esto inició un proceso que le llevó a estar 490 días en la cárcel pero en el que no fue sentenciad­o. Pese a ello, acabó siendo deportado.

Su “error”, como él mismo reconoce, fue no haberse nacionaliz­ado cuando tuvo ocasión, porque nunca pensó “que lo fuera a necesitar”.

“Mi objetivo es regresar, porque lo considero como mi patria; no tengo otra”, indica José, a quien le han cancelado todos sus beneficios de veterano por un proceso que, afirma, tuvo irregulari­dades a nivel local.

Asegura que no está “lastimado con la bandera o con la gente” de Estados Unidos: “No tengo malos sentimient­os, especialme­nte contra el país. Lo que hizo el sistema no quiere decir que todo el país sea igual”.

LLEVAR UN INDOCUMENT­ADO

Ha pasado una década desde que fue deportado, pero Armando Scott recuerda lo que sintió en ese momento.

Este panameño, que siempre quiso trabajar en el ejército, porque así lo hicieron su padre y sus hermanos, llegó a Nueva York en 1980, y estuvo siete años en el servicio. La policía lo detuvo en San Diego y lo metió en prisión por transporta­r en su coche a un compañero de trabajo que no tenía papeles.

Para los veteranos deportados, la esperanza tiene nombre propio: Héctor Barajas. Él es el fundador del albergue, y regresó a Estados Unidos el pasado abril, ocho años después de haber sido expulsado por estar implicado en un tiroteo.

Emiliano Arce, de 56 años y originario del estado mexicano de Nayarit, dice a Efe que lo que hace falta es que se cambie la legislació­n para que “a los veteranos se les dé otra oportunida­d”. Él vivía en Estados Unidos desde los nueve años, y cuando cumplió la mayoría de edad ingresó a la Marina.

“Siempre he querido estar de soldado. Me gustaba porque la gente me hablaba de que podía ir a Alemania, a Japón, las islas Filipinas... y me gusta viajar”, rememora.

Lo detuvieron dos veces por conducir ebrio y más tarde se enganchó a la cocaína. Un policía infiltrado lo descubrió vendiendo droga y acabó cumpliendo una pena de cinco años.

Al igual que José, Emiliano también confiaba en que, al haber sido veterano, no le iban a deportar. Si lo hubiera sabido, reflexiona, “habría mirado las cosas un poquito mejor”.

“Yo hice mi tiempo (en prisión), todo el tiempo que el juez me dijo que tenía que hacer”, reclama el veterano.

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Destino. Algunos se confiaron en el hecho de haber servido al ejército. Jamás se imaginaron que Estados Unidos les pagaría con la deportació­n.
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Dura realidad. Las reglas son duras, incluso para quienes han servido defendiend­o a Estados Unidos.
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