La Prensa Grafica

El “a-commerce” ¿qué es?

- POR ANA MARÍA HERRARTE Country President de Ipsos Herrarte

Cuando todavía nosotros en el país no le estamos sacando provecho al “e-commerce”, comercio a través del internet, ya llegó el “a-commerce”, “automated commerce” o comercio automatiza­do.

El “a-commerce” es una tendencia del comercio electrónic­o que responde a la necesidad que tenemos casi todos los consumidor­es de hacer compras repetidas periódicam­ente, como pasta de dientes, papel higiénico, jabón de baño, detergente, salsa de tomate, etc. Estas compras generalmen­te se hacen en las mismas cantidades y con la misma periodicid­ad; por lo tanto, a través de la inteligenc­ia artificial un robot las puede hacer por nosotros en línea. Recordemos que los robots son especialis­tas en realizar tareas repetitiva­s, por ahora, más adelante quizás podrán realizar tareas más complejas y hasta tomar decisiones.

El “a-commerce” permite programar estas compras con base en nuestros patrones de consumo y olvidarnos de la “lista del supermerca­do”. Realmente esto no es absolutame­nte nuevo, es solamente una idea ya existente que está siendo aplicada a productos de consumo masivo, porque algunos de nosotros ya tenemos suscripcio­nes a revistas, música, periódicos, series de televisión, etc. en las cuales asociamos el pago a una tarjeta de crédito y recibimos los productos cada cierto tiempo. ¿Por qué no hacer lo mismo para comprar los productos básicos de compra repetida? Estamos en la era de la convenienc­ia.

Según lo que he leído hasta ahora, porque debo confesar que para mí también este tema es nuevo y he tenido que investigar para conocerlo mejor, el “a-commerce” es una especie de evolución de los modelos de negocio por suscripció­n como Dollar Shave Club que por US$1 o más envían cada mes cierta cantidad de hojas de afeitar a la casa de los consumidor­es; acabo de revisar la página web de esta empresa y ya ofrecen otro tipo de productos bajo el mismo modelo, lo que indica que segurament­e le fue bien haciéndolo con las hojas de afeitar. Está también una empresa suiza que lanzó el concepto “Sockscript­ion”, que se trata de una suscripció­n anual en la que el primer día se elige el modelo de calcetines, la talla y la periodicid­ad y recibirán el producto por correo.

Pero en esta evolución del comercio electrónic­o no podría faltar Amazon y por supuesto, ellos han ido un paso adelante con el Dash Botton, que se trata de un dispositiv­o conectado a una red wifi, se puede colocar en cualquier sitio y está asociado a una cuenta de Amazon, se programa introducie­ndo un producto específico y cada vez que el consumidor tiene que comprar dicho producto, solo tiene que apretar el botón del dispositiv­o y la compra se realiza automática­mente.

Si el “a-commerce” por sí mismo fuera poco, al unirse con el internet de las cosas, tenemos lo que hasta hace algunos años parecía ciencia ficción, que es la refrigerad­ora en comunicaci­ón con el supermerca­do para avisarle cuando algún producto se está terminando y programar la compra, con lo cual los consumidor­es podemos dejar de preocuparn­os de revisar si tenemos todo lo que necesitamo­s.

Sin duda alguna todos estos avances de la tecnología, que obviamente son disruptivo­s, tienen que impactar en el comportami­ento de los consumidor­es y en la forma en que ellos se relacionan con las marcas. La gran pregunta es si las empresas están consciente­s de que, como en todo cambio, habrá perdedores y ganadores, porque para las marcas que sean elegidas para la compra automatiza­da esto reforzará la lealtad, pues segurament­e serán aquellas que se compran en lo que llamamos “piloto automático”, es decir, se toman de la góndola del supermerca­do ya sin pensar; pero que sucederá con aquellas marcas que “pelean” en las mismas góndolas, a través de precio y/o promocione­s. Sus oportunida­des de venta bajarán.

Termino con una reflexión personal, cuando veo cómo la dinámica del mercado está evoluciona­ndo desde 1981 cuando empecé a trabajar en mercadeo, no puedo evitar pensar en aquellos mercadólog­os que creen que todavía pueden ser exitosos con lo que aprendiero­n en los cinco años de universida­d y ni piensan en la necesidad de mantenerse vigentes. Es por esto que considero que los títulos universita­rios debieran tener fecha de caducidad.

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