La Prensa Grafica

En nuestro país lo que más se necesita es articular respuestas eficaces para los diversos desafíos que tenemos encima

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Alo que ya estamos angustiosa­mente habituados los salvadoreñ­os es a vivir bajo el constante apremio de situacione­s críticas, que hacen que la cotidianid­ad de nuestra gente sea una cadena sin fin de amenazas, de flagelos y de trastornos de la más variada índole. Algunos males se repiten sin cesar, como si ya tuvieran carta de ciudadanía permanente, y ese es el caso de la violencia criminal que deja a diario un trágico goteo de víctimas; pero también hay fenómenos depredador­es que surgen al vaivén de las circunstan­cias, como es el caso de la intensa sequía que venimos padeciendo en semanas recientes y que ha dejado daños considerab­les en todo tipo de cultivos, especialme­nte en los de estación.

Lo que tenemos enfrente, pues, es una realidad complicada y demandante al máximo, que pone a la institucio­nalidad y a la sociedad en permanente estado de alerta con apremiante­s reclamos de responder en debida forma y en el tiempo preciso a todo aquello que exige atención y remedio. Ante tal demanda insoslayab­le, lo único válido es mantener activos los mecanismos previsores a la vez que se atienden de manera oportuna las emergencia­s que ya se hicieron presentes. Y por desgracia lo que hemos venido viendo y se sigue dando en el ambiente son los efectos depredador­es de no cumplir en serio con ninguna de esas exigencias.

Para el caso, es sabido hasta la saciedad que El Salvador, por su ubicación geográfica, está siempre expuesto a todo tipo de contingenc­ias naturales, muchas de ellas altamente destructiv­as; y al ser así, no hay justificac­ión posible para que se viva en una especie de limbo de imprevisib­ilidades. En el caso del cambio climático, que moviliza en esta época un despliegue global de crecientes riesgos, lo estrictame­nte aconsejabl­e sería contar con una política bien definida en todos sus componente­s para que se pudieran dar respuestas de completo alcance cuando los hechos las exigen. Por el contrario, lo que vemos y sufrimos los salvadoreñ­os es

AHORA QUE NOS HALLAMOS EN PLENA CAMPAÑA PRESIDENCI­AL HABRÍA QUE DEMANDARLE­S EXPLÍCITAM­ENTE A LOS QUE COMPITEN POR LA CONDUCCIÓN NACIONAL QUE PRESENTEN DESDE YA SUS ESTRATEGIA­S PRECISAS, EFICACES Y VERIFICABL­ES...

la desconexió­n de las iniciativa­s, que van surgiendo improvisad­amente al vaivén de lo que se presenta.

Igual pasa en lo referente a la insoportab­le insegurida­d que campea prácticame­nte en todos los espacios nacionales. El no haber contenido a tiempo los brotes de criminalid­ad que empezaron a manifestar­se en los primeros tiempos de la posguerra derivó en el auge descontrol­ado de las prácticas criminales y de los grupos que las ejercen, hasta el punto en que estamos hoy, con hechos tan inconcebib­les como la territoria­lización del crimen y su expansivo dominio sobre los conglomera­dos comunitari­os.

Ahora que nos hallamos en plena campaña presidenci­al habría que demandarle­s explícitam­ente a los que compiten por la conducción nacional que presenten desde ya sus estrategia­s precisas, eficaces y verificabl­es para impulsar tratamient­os que conduzcan a soluciones integrales. Ya no es la hora de las intencione­s: es el momento de las propuestas concretas y suficiente­s.

Los salvadoreñ­os merecemos que la predictibi­lidad se imponga sobre la improvisac­ión, y a eso hay que apostarle con todas las herramient­as que la democracia pone a nuestro alcance.

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