Lesther Alemán: “Quiero una Nicaragua libre”
Tiene 20 años y le encantaría ser reportero de guerra. Pero no en su Nicaragua natal, a la que sueña “libre y en paz”, a salvo.
“Quiero una Nicaragua libre y en paz, donde cualquiera que se sienta incómodo por algo salga a las calles y diga ‘no quiero esto’. Un país donde se rinda cuentas”.
“(Quiero un país) donde el presidente le informe a la gente lo que hace, y donde alguien de 30 o 35 años pueda ser elegido libremente para gobernar”. LESTHER ALEMÁN, LÍDER ESTUDIANTIL
El 18 de abril, Lesther Alemán desayunó y se fue a clase, como todos los días. Por la tarde asistió a una protesta contra una polémica reforma al seguro social, que prometía ser pacífica pero que terminó con un furibundo e inédito ataque de activistas del gobierno de Daniel Ortega contra un grupo de estudiantes, según denuncias de organizaciones. Lesther se quedó solo con su cédula de identidad y 100 córdobas ($3) en el calcetín. Ya no volvió más a su casa porque las protestas siguieron al día siguiente en varias universidades de Managua, donde los estudiantes empezaron a caer muertos, uno tras otro, bajo las balas de la Policía y ante el asombro de un país que no daba crédito a semejante violencia.
“La protesta fue espontánea, pero resumía el cansancio de nuestra generación después de casi 12 años de secuestro a la institucionalidad, a la democracia, a las libertades”, cuenta a dpa el estudiante al recordar que “todos los días llegábamos a clase y decíamos qué hacemos para cambiar esto...”.
Él cursaba en abril cuarto año de Comunicación en la Universidad Centroamericana (UCA, jesuita), que como las demás universidades sigue cerrada. Todos han perdido el año.
Daniel Ortega participó en 1979 en el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza y gobernó hasta 1990, cuando cayó en las urnas frente a Violeta Chamorro.
Volvió al Gobierno en 2007 y hoy, con cuatro mandatos y 72 años a cuestas, no muestra intenciones de abandonarlo.
Lesther Alemán fue el estudiante que increpó a Ortega el 16 de mayo, en el primer día de un diálogo nacional que también está suspendido. “Esta mesa es para negociar su salida. ¡Ríndase!”, exclamó sin necesidad de micrófonos y sin medir el impacto de sus palabras para millares de televidentes.
Alemán, como el resto de líderes de la Coalición Universitaria, vive ahora como semiclandestino y con una orden de retención migratoria: Nicaragua por cárcel.
A veces escapa de la casa de resguardo a comprar dulces. Algunos lo reconocen por su altura (1.90 metros) o por su potente voz de locutor y entonces debe volver al refugio. Quisiera poder abrazar en la calle a doña Inés, la madre que le enseñó “a ser estudioso y exigente”. Su padre, don Javier, de oficio transportista, se decepcionó cuando el hijo menor y único varón le dijo que los camiones no eran su destino. Pero terminó respetando la decisión del futuro periodista, como lo hizo también al verlo en televisión, rebelde, frente al presidente.
“Mis padres me apoyan y me alientan a seguir. Los extraño. También extraño el arroz blanco y el fresco de avena que mi mamá me llevaba a mi cuarto todas las noches mientras hacía tareas”, dice con tristeza.
Mientras la crisis persiste, los jóvenes de la coalición organizan las manifestaciones desde sus teléfonos y en redes sociales.