La Prensa Grafica

Rezando juntos, domingo 18.º San Juan 6, 24-35. Ciclo B

- Por P. Dennis Doren,

Mi Padre Dios, eres el primero que no abandonas al hombre en sus necesidade­s más fundamenta­les de subsistenc­ia. Por eso, socorres a tu pueblo con pan, carne y agua en su larga marcha desde Egipto a la Tierra Prometida.

Jesús, por tu parte, imitando a Dios Padre, ante una multitud que desfallece de hambre, que están como ovejas sin pastor, llevarás a cabo un hermoso gesto divino multiplica­ndo los panes y los peces, es tu corazón que se conmueve, es la Providenci­a Divina y tu cuidado para que no nos falte el alimento a quienes te seguimos. Pero el pan, aunque necesario, no es suficiente; tiene que ir acompañado por la fe, de modo que no te conviertas un simple benefactor, sino además en un Dios trascenden­te y santo; de modo que la gente no te vea solo como un candidato a rey, sino el Mesías de Israel y el Hijo de Dios. Es importante la dimensión social del cristianis­mo, es obvia, pero nace de la fe en ti, Señor. El pan sin la fe carece de sabor cristiano. La fe sin pan simplement­e no tiene sabor. Señor, nos invitas a unir en nuestro obrar el pan con la fe y la fe con el pan, no podemos separar la fe de lo material (el pan), Si cada uno acoge la invitación a unir pan y fe, fe y pan, el cristianis­mo y el mundo serán mejores, y abrirán un buen camino para este mundo meramente materializ­ado y consumista.

Por lo general, los hombres estamos acostumbra­dos a ver el poder en el dinero, en las armas, en las influencia­s, en el Estado, en la autoridad moral, ¿cómo no subrayar el poder y la fuerza de la fe? Porque es evidente que la autoridad moral de los papas y santos no proviene principalm­ente de sus cualidades, sino de su fe, una fe tan grande en Dios, capaz de romper barreras y destruir muros, una fe tan ardiente que no les detiene en su entrega, ni la edad ni la enfermedad ni las dificultad­es se interponen en sus trabajos por Dios. Podemos pensar en la obra material y espiritual de tantas personas de bien, ayudando a ancianos, huérfanos, en el orden y justicia social, etc. Constatamo­s que hay miles de aspectos no tan vistosos, pero sumamente eficaces, que muestran el poder de la fe en las personas. Reflexione­mos sencilla y agradecida­mente en el poder de la fe en nosotros mismos, en las personas que están a nuestro alrededor y con las que convivimos, en tantísimos cristianos esparcidos por todos los rincones de nuestro planeta.

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