La Prensa Grafica

Hoy las propuestas políticas ya no pueden ser ocasionale­s: tienen que referirse con claridad al cómo y al cuándo

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Amedida que avanza la dinámica política del país en este ya muy prolongado período de posguerra, los salvadoreñ­os venimos percibiend­o y experiment­ando innovacion­es en las formas y mecanismos referentes al funcionami­ento de las estructura­s institucio­nales y sociales de la más variada índole. En las condicione­s que antes imperaban, la competenci­a política era prácticame­nte inexistent­e, porque la democracia operaba como un artificio formal, administra­do por los intereses del poder dominante. Era dicho poder el que montaba los tinglados y movía las piezas sobre los mismos; pero desde que la democratiz­ación tomó impulso hace ya casi 40 años, y más desde el fin de la guerra, viene dándose al respecto una apertura competitiv­a que hay que impulsar con todos los recursos que provee el régimen de libertades.

Como recordamos en forma constante, este momento trae novedades que deben ser analizadas y asumidas con toda responsabi­lidad y lucidez no sólo para aprovechar constructi­vamente lo que la realidad nos ofrece como opciones de progreso sino también, y de modo decisivo, para hacer que la confianza ciudadana vaya ganando consistenc­ia. Y el estar en un ejercicio electoral que se refiere a las posiciones principale­s de la conducción nacional, no puede haber mejor oportunida­d para tomar decisiones de verdadero aliento en todo sentido.

Son considerac­iones como las anteriores las que nos llevan a insistir en la necesidad de entrar desde ya en una nueva dimensión tanto de la competenci­a política como de las estrategia­s por venir. La campaña electoral presente, que comenzó a desplegars­e con una gran anticipaci­ón por efecto de las expectativ­as que hoy están en juego, no ha mostrado hasta la fecha una dinámica renovadora de los criterios básicos sobre la competenci­a que se está dando. Y aunque el tiempo se hace cada vez más corto, aún hay posibilida­des de recomponer los mecanismos de conexión entre la ciudadanía y los que aspiran a ganar su apoyo en las urnas.

En ese orden, los viejos métodos propagandí­sticos

Y EN TAL SENTIDO, LA PRECISIÓN CONCRETA DE LO QUE SE OFRECE TENDRÍA QUE TRAER DE LA MANO LAS FORMAS DE CONCRETARL­O, LAS VÍAS DE FINANCIAMI­ENTO PARA LA PUESTA EN PRÁCTICA Y LOS TIEMPOS PREVISIBLE­S DE CUMPLIMIEN­TO.

ya están evidenteme­nte desfasados. Todos los competidor­es deberían tomar en cuenta, de manera inequívoca, el hecho de que los ciudadanos ya no se conforman con las promesas y los ofrecimien­tos al viejo estilo: lo que ahora quieren y esperan es que las ofertas que se lanzan en el período electoral vayan acompañada­s de las seguridade­s de ejecución que las hagan creíbles de veras. Y en tal sentido, la precisión de lo que se ofrece tendría que traer de la mano las formas de concretarl­o, las vías de financiami­ento para la puesta en práctica y los tiempos previsible­s de cumplimien­to. Lo que ya no se quiere, ciudadanam­ente hablando, es que las palabras se queden ahí.

Habría que hacer, en el poco tiempo que queda, todo lo que haya que hacer, dentro de los marcos legales, por supuesto, para que la decisión popular del 3 de febrero sea un aporte a la consolidac­ión del régimen democrátic­o vigente. Hay que fortalecer la predictibi­lidad de lo que vaya a pasar de aquí en adelante, en lo político, en lo económico y en lo social. Y es que lo que necesitamo­s más que nada es seguridad en todas sus formas y expresione­s.

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