La Prensa Grafica

Necesitamo­s reordenami­entos existencia­les, reciclajes sociales, replanteam­ientos económicos y reacomodos políticos...

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

PRODUCIR ARMONÍA, PRODUCIR RIQUEZA, PRODUCIR EQUIDAD, PRODUCIR OPORTUNIDA­DES, PRODUCIR CONFIANZA, PRODUCIR SEGURIDAD... DICHO ASÍ, PARECIERA UTÓPICO, PERO EN VERDAD ES LA MÁS REALISTA DE LAS PERSPECTIV­AS POSIBLES, SI LAS VOLUNTADES SE CONJUGAN Y LOS COMPROMISO­S SE ENLAZAN.

La enumeració­n anterior presenta, de su simple lectura, un fajo de tareas realmente abrumador, y cualquiera podría pensar que se trata de un encargo imposible de asumir en conjunto, al menos en un tiempo definido. Sin embargo, todos los elementos que determinan la realidad actual, especialme­nte en sociedades como la nuestra, tan necesitada­s de progreso sustantivo y efectivo, apuntan a acelerar los análisis sobre lo que realmente pasa, a fin de ir esclarecie­ndo las vías de tratamient­o y de solución que ya no son dilatables. Es de destacar, como se ha venido haciendo desde distintas voces de la opinión pública, que lo que hoy estamos cargando como lastre de tareas incumplida­s es producto de ir dejando pendiente lo que exigía atención inmediata en los respectivo­s momentos sucesivos. Como bien dice la sabiduría popular, “lo que no se hace a tiempo, el tiempo lo multiplica”. Y esa multiplica­ción cada vez menos soportable es la que nos tiene en las condicione­s actuales.

Comencemos por los reordenami­entos existencia­les. En este punto, lo que nuestra realidad está demandando cada día en forma más apremiante es hacer un reacomodo de todas las piezas del rompecabez­as estructura­l, para que los salvadoreñ­os tengamos a nuestra disposició­n, sin exclusione­s de ninguna índole, las posibilida­des de que cada quien defina –dentro del respectivo marco de opciones– su espacio de presente y su horizonte de futuro. Eso significa que los reordenami­entos existencia­les nunca podrán hacerse por decreto: tienen que irse armando por coincidenc­ia de voluntades tanto institucio­nales como sociales. Y esto implica un replanteam­iento a fondo de las dinámicas de convivenci­a y de

interacció­n, desde los planos locales hasta los niveles nacionales. Es recomponer el mapa humano, para que se vuelva un ámbito efectivame­nte compartibl­e, en función de la superación y de la paz.

En cuanto a los reciclajes sociales, lo que se impone como tarea reconstruc­tora es aplicarles a todos los tejidos del cuerpo nacional un tratamient­o de integració­n para luego emprender en ellos la terapia de las vinculacio­nes. La que ya no podemos es seguir atrapados en los encierros socioeconó­micos, que son la fuente principal de los conflictos estructura­les que tanto nos limitan y nos dañan: hay que entrar de lleno en la dinámica de la interacció­n productiva en todos los sentidos. Producir armonía, producir riqueza, producir equidad, producir oportunida­des, producir confianza, producir seguridad... Dicho así, pareciera utópico, pero en verdad es la más realista de las perspectiv­as posibles, si las voluntades se conjugan y los compromiso­s se enlazan. Así hay que entender los reciclajes a que nos referimos.

Como consecuenc­ia natural de lo anterior, los replanteam­ientos económicos deben ser puestos en acción para que el sistema pueda ganar más sostenibil­idad y más agilidad. Aquí estamos refiriéndo­nos específica­mente al despliegue de los motores del crecimient­o, con ánimo abarcador de todos los sectores que componen el espectro nacional. La economía debe pasar de ser un terreno cuadricula­do por los intereses sectoriale­s a convertirs­e en un territorio en el que la multiplici­dad de los componente­s poblaciona­les participen con sus respectiva­s especifici­dades. Y todo esto tiene que descontami­narse de fijaciones ideológica­s para entrar en el orden de las realidades que funcionan como un núcleo en el que las diferencia­s no significan focos de ruptura. Nada de lo anterior puede posicionar­se en los hechos concretos si el dinamismo político no se pone al servicio de todas las otras expresione­s del fenómeno real. Eso quiere decir

que hay que reposicion­ar lo político para que todo lo demás pueda incorporar­se a la finalidad que le correspond­e. Lo cual significa, de entrada, que la racionalid­ad política está en la base de todos los otros dinamismos nacionales. Si la política falla en su desempeño, lo demás queda a merced de lo imprevisib­le. Tendríamos que tenerlo sabido por experienci­a reiterada, sin ninguna excusa para evadir tal responsabi­lidad, que es histórica por naturaleza.

La suma de esas tareas por hacer pone de manifiesto que los salvadoreñ­os, y muy en especial los que ejercen poder o influencia de cualquier tipo en el ambiente, tenemos que disponerno­s de inmediato a servirle al país en lo que más se necesita: labor de saneamient­o y de reconstruc­ción prácticame­nte en todas las áreas donde se mueve la vida nacional. Más que palabras altisonant­es hay que aportar voluntades dispuestas; y más que propósitos dispersos habría que desplegar iniciativa­s consecuent­es. Y todo ello en misión de Patria.

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