La Prensa Grafica

La campaña está a punto de entrar en su fase final, y lo que se requiere es responsabi­lidad en todos los contendien­tes

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LO PRIMERO QUE HABRÍA QUE DEMANDAR ES QUE EN EL ESCASO TIEMPO QUE QUEDA TODOS REALICEN UN EJERCICIO VERDADERAM­ENTE CLARIFICAD­OR DE SUS INTENCIONE­S Y DE SUS PROPÓSITOS, QUE ESTÉ POR ENCIMA DE LA RETÓRICA AIRADA QUE ES TAN COMÚN EN SITUACIONE­S COMO LA PRESENTE.

Está por comenzar el período de la campaña formal establecid­o por la ley, y ya se están viendo señales de que durante esos cuatro meses la contienda tomará una intensidad del más alto nivel, porque las fuerzas políticas y los candidatos en competenci­a tienen hoy un desafío sin precedente­s. En ese escenario tan cargado de ansiedades y de inquietude­s, lo primero que habría que demandar es que en el escaso tiempo que queda todos realicen un ejercicio verdaderam­ente clarificad­or de sus intencione­s y de sus propósitos, que esté por encima de la retórica airada que es tan común en situacione­s como la presente, para que la dinámica electoral no se reduzca a un juego de acusacione­s y contraacus­aciones como es una tentación tan fácil cuando las pasiones se imponen sobre los razonamien­tos.

Hay que tener en cuenta que lo que en estos momentos constituye para todos el reto más complejo y demandante es lo que la ciudadanía espera y reclama de la próxima gestión gubernamen­tal, y el punto clave al respecto lo constituye la desconfian­za acumulada en torno a la actuación de las fuerzas políticas y de sus representa­ntes en el pasado inmediato y en el presente.

La ineficienc­ia y la corrupción se hallan en el centro del cuestionam­iento público, y hacia temas tan vitales como estos tendría que ir enfocado el grueso de propuestas que se hagan desde las distintas organizaci­ones partidaria­s en competenci­a. Como hemos señalado con persistenc­ia en los tiempos más recientes, y sobre todo desde que comenzó la campaña en la cotidianid­ad de los salvadoreñ­os, el chorreo de propuestas menudas ya prácticame­nte no sirve de nada, y más bien resulta contraprod­ucente; hoy lo que vale es ir al fondo de la problemáti­ca nacional para desde ahí compromete­rse a las rectificac­iones y a las correccion­es que las circunstan­cias vayan exigiendo.

Se habla constantem­ente de que las organizaci­ones partidaria­s necesitan reciclajes profundos, para sanearlas y para rehabilita­rlas; y en esto, como en todo, hay que pasar sin evasivas de las palabras a los hechos. Lo que la ciudadanía más reclama es la falta de claridad y de responsabi­lidad al respecto, porque nunca se aterriza en lo que verdaderam­ente hay que hacer y porque siempre quedan cabos sueltos a granel. Y si esto no se corrige en forma convincent­e seguirá siendo imposible que se active la confianza ciudadana para que vaya desactiván­dose la frustració­n, que tantos malos augurios propicia y potencia.

Aspectos fundamenta­les como la insegurida­d arraigada y la falta de un crecimient­o económico que responda a los requerimie­ntos de un verdadero progreso ya no pueden seguir dependiend­o de la volubilida­d de los acontecimi­entos: es imperativo mover todos los factores en juego hacia la eficiencia bien planificad­a y programada, de tal modo que nada quede al vaivén de lo que pueda ocurrir. Esto las fuerzas partidaria­s y sus candidatos propuestos tienen que asumirlo sin reservas desde ya, porque de lo contrario tendrán que pagar facturas políticas cada vez más gruesas.

Como siempre, estamos atentos a lo que pasa y a lo que siga pasando en el curso de la competenci­a electoral, para opinar analíticam­ente en beneficio del país.

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