MIZATA POINT RESORT Y SUS MURALLAS DE PIEDRA
Se ubica en el cantón Mizata del municipio de Teotepeque, allá por el occidente del país. Custodiada por inmensas paredes de roca su playa ofrece paz y amistad a quienes le visitan.
Sobre la carretera del Litoral, es común encontrar estos riscos, allá abajo el grito de las olas intentando superar esta frontera para conquistar la tierra. Esta vez dejé el camino de asfalto y a través de su ruta rural llegué a Mizata Point Resort.
Su fachada es de vieja madera de la zona, y así como ella, la mayoría de sus recursos provienen de la misma tierra donde se asienta.
Relajante es la palabra que describe a este sitio, el uso de la luz y las sombras de su interior permite que cada espacio sea un ambiente distinto, propicio para olvidar el trajín de nuestras ciudades.
Su horizonte lo conforman aquellos riscos que vi desde la carretera, pero desde acá lucen un poco más amigables, menos gigantes y por supuesto más bellos.
Los lugareños lo conocen como el peñón El Muñeco, y ante él eternamente vienen, estrellándose, las olas del pacífico de esta pedregosa playa de Mizata.
Aquí en Mizata Point Resort cada recurso es reutilizado y en algunos casos dando vida a exóticos platillos como el ceviche Coconut en el recipiente más natural que he visto. Y es que así son ellos con esa mentalidad que tanta falta hace y que tanto gusto da encontrar: para construir no es necesario conquistar, sino más bien adaptarse y convertir algo que existe en otra mucho mejor.
El río Mizata muere en esta parte de Teotepeque y de aquí se une el mar que arrulla con su rugido a los visitantes.
Desde aquí me elevé hacia los riscos y descubrí que en su parte más secreta se esconden cuevas, que solo son apreciables en esos instantes en que el mar se toma un respiro para regresar con su golpe a la lucha incesante por derrumbar la roca.
Bastó unos instantes de plática con las personas que allí trabajan para escuchar la palabra amistad, y es que para ellos todo nace de la conexión humana, esa que forma lazos, esa que ha hecho que la comunidad los acepte y los proteja. No es para menos, más de 50 personas, todas oriundas de los cantoncitos de los alrededores, son la fuerza de trabajo, y aprovechan con una sonrisa la oportunidad de desarrollarse y ver desarrollar su playa.
Lo vi todo desde el último rincón de Mizata, donde se sigue transformando y estoy seguro que continuará atrayendo a más apasionados del verde natural y el azul del elemento más grande que nos rodea como el mar. Lo vi todo desde Mizata Point Resort.