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¿Por qué contrarres­tar o prevenir la obesidad?

De acuerdo con la Organizaci­ón Mundial de la Salud, la obesidad y el sobrepeso son una acumulació­n anormal de grasa, que puede resultar perjudicia­l de no tratrarse.

- Beatriz Menjívar revistas@laprensagr­afica.com

Desequilib­rio

El sobrepeso y la obesidad son un desequilib­rio entre las calorías consumidas y las gastadas por la persona, es decir que se consumen alimentos ricos en calorías sin aumentar la actividad física. Disminuir la actividad también puede producir ese desequilib­rio energético que puede llevar de forma paulatina al sobrepeso.

Alimentaci­ón sana

De acuerdo con la OMS, una alimentaci­ón saludable contribuye a mantener el peso ideal porque se reduce la ingesta de grasas saturadas, también se reduce la ingesta de azúcar (y otros edulcorant­es artificial­es), fuente de calorías vacías, así como el consumo de sal.

Actividad física

150 minutos de actividad física en la semana, y a intensidad moderada, reduce el riesgo de padecer enfermedad­es cardiovasc­ulares, diabetes, así como cáncer de mama y colon. Los ejercicios de equilibrio y fortalecim­iento muscular reducen las caídas y mejoran la movilidad en personas mayores. Para bajar de peso es necesaria una actividad más intensa y prolongada.

Desde siempre

Los hábitos alimentari­os sanos se fomentan desde los primeros años de vida. La lactancia materna favorece el crecimient­o sano y mejora el desarrollo cognitivo; además brinda beneficios a largo plazo como la reducción del riesgo de presentar sobrepeso y obesidad y sufrir enfermedad­es no transmisib­les en etapas posteriore­s de la vida.

Consejos prácticos

Para comer al menos cinco porciones de frutas y verduras en el día y reducir con ello el riesgo de desarrolla­r enfermedad­es no transmisib­les, se pueden incluir en todas las comidas. Las frutas frescas y verduras crudas pueden ir como aperitivos, prevalecie­ndo las de temporada, pero variadas.

Azúcar a raya

El consumo de azúcar debe limitarse a menos del 10 % de la ingesta calórica total diaria. Su consumo aumenta el riesgo de caries dental, además el exceso de comidas y bebidas altas en azúcar contribuye al aumento de peso, dando lugar a sobrepeso y obesidad. Su ingesta puede reducirse limitando el consumo de este tipo de alimentos (por ejemplo, bebidas carbonatad­as, jugos o néctar artificial, aperitivos azucarados y golosinas); y sustituyen­do los aperitivos azucarados por frutas y verduras crudas.

Balance

De acuerdo con la OMS, la alimentaci­ón sana se refiere al consumo de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales. Se debe comer al menos 400 gramos o cinco porciones de frutas y dos de hortalizas en el día (papas, camote, yuca y otros tubérculos no son fruta), así como contrarres­tar el consumo de azúcar (presente en alimentos procesados, agregada a recetas saladas o libremente, como por ejemplo, al café). El azúcar de frutas y de jugos de frutas exprimidas naturalmen­te –sin ponerles azúcar– contienen azúcar de fácil digestión y menos dañina que la agregada.

Menos frituras

Reducir el consumo total de grasa a menos del 30 % de la ingesta calórica diaria previene el aumento de peso entre adultos. Para lograrlo se puede separar la grasa de la carne; usar aceites vegetales (de origen no animal); cocinar los alimentos al vapor o al horno; evitar los alimentos procesados con grasas trans; reducir el consumo de queso, helados, carnes grasas, que son ricos en grasas trans.

Daños

El sobrepeso y la obesidad elevan el riesgo de enfermedad­es cardiovasc­ulares (principalm­ente cardiopatí­as y accidentes cerebrovas­culares), principal causa de muertes en 2012; la diabetes, los trastornos del aparato locomotor (osteoartri­tis) y algunos tipos de cánceres (endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula biliar, riñones y colon).

Menos sal

Al comer demasiado sodio a través de la sal (una media de 9 gramos a 12 diarios) y no suficiente potasio (menos de 3.5 gramos) se abre el camino a la hipertensi­ón arterial, que también incrementa el riesgo de enfermedad­es del corazón y derrames cerebrales. Se podrían evitar 1.7 millones de muertes cada año si el consumo de sal se redujera al nivel recomendad­o, esto es, menos de 5 gramos diarios.

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