UN DOCTORADO, UNA VISITA Y UN NUEVO SANTO
El arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, recibió con palabras de agradecimiento al papa Francisco, durante la audiencia con el grupo de peregrinos.
Cristo ha actuado mediante su vicario en la Tierra, que ha sido usted, santo padre, el mediador para que nuestro padre Monseñor Romero haya sido nombrado santo”, le dijo el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, al papa Francisco, mientras la multitud vitoreaba “Francisco, el pastor, te quiere El Salvador”. Durante su intervención, el prelado de la Iglesia salvadoreño puso palabras a los pensamientos y deseos que han exteriorizado a lo largo de la semana los más de 7,000 salvadoreños que llegaron en peregrinación hasta Roma: el pueblo salvadoreño anhela la visita del papa al país, la Iglesia espera que san Óscar Romero sea declarado doctor de la Iglesia y los que confían en la fe católica oran porque pronto haya otro santo: el padre Rutilio Grande.
“A usted, santo padre, de la manera más respetuosa, le pedimos que tenga a bien autorizar la apertura del debido proceso para que san Óscar Arnulfo Romero sea declarado doctor de la Iglesia. Estamos seguros de que su valiosísimo ministerio y su testimonio de vida serán faros de luz que iluminarán el rumbo actual que tristemente padece oscuridad, por una parte, por falta de fe y, por otra, por graves injusticias sociales, que causan violaciones de derechos humanos y a la dignidad de las personas. En nombre de todos los salvadoreños, le reitero nuestra cordial invitación a visitar nuestro país, le invitamos a visitar a Monseñor Romero y le pedimos en esa misma ocasión tenga la bondad de beatificar al querido padre Rutilio Grande”, dijo Escobar.
Las palabras del arzobispo propiciaron una ovación por parte de los salvadoreños, que entre vítores también respaldaban sus peticiones.
El padre Rutilio era un amigo cercano de san Óscar Romero, y fue asesinado en El Paisnal, en 1977, por escuadrones de la muerte. Para muchas de las personas cercanas al santo, la muerte del padre Grande provocó no solo un pro- fundo dolor en él, sino también una enorme claridad sobre la necesidad de justicia que tenía el país.
El arzobispo le dijo al papa que el país necesitaba de su visita para obtener una “inmensa gracia”. El papa, a pesar de la enorme empatía que mostró en la audiencia con los peregrinos y con su santo, no ofreció ninguna visita ni se comprometió con ninguna fecha.
Lo que el papa sí hizo fue brindar un enorme reconocimiento a la figura de san Romero, quien dijo es el santo de Latinoamérica y debe además ser un potente símbolo de unidad.
“Que santo obispo Romero los ayude a ser para todos signo de esa unidad en la pluralidad que caracteriza al santo pueblo fiel de Dios”, indicó.
En la intervención del papa hubo varios pasajes en los que él dejó entrever que san Romero debe ser un modelo para los feligreses, pero sobre todo para los sacerdotes, por su humildad y su entrega. Al revisar las múltiples intervenciones en las que habló sobre el legado de Romero, no es difícil entender la petición del arzobispo sobre nombrarlo doctor.
Ese nombramiento es otorgado por la Iglesia católica a los santos que son reconocidos por haber hecho una contribución significativa teológica o doctrinal a través de sus estudios de investigación o sus escritos. San Óscar Romero tiene como uno de sus grandes legados los diarios y sus homilías, que son considerados material de estudio en diferentes sectores. El mismo
papa en las palabras brindadas ayer, y durante la canonización, dijo que Romero es un modelo a seguir para el clero.
“Óscar Romero repetía con fuerza que cada católico ha de ser un mártir porque mártir quiere decir testigo, testigo del mensaje de Dios a los hombres. Dios quiere estar presente en nuestras vidas y nos llama a anunciar su mensaje de libertad a toda la humanidad, solo en él podemos ser libres, libres del pecado, del mal, libres del odio en nuestros corazones –él (Romero) fue víctima de ese odio–, libres totalmente para amar y acoger al Señor y a los hermanos”, aseguró el papa.
Y agregó, como parte de esa enseñanza: “San Óscar nos dice que sin Dios y sin el ministerio de la Iglesia, esto no es posible. Sin en esa fuerza del Espíritu Santo que los primeros cristianos recibieron de los obispos y el papa no hubieran muerto por Cristo. Pedimos a Dios su fuerza en la lucha diaria”, indicó.
En la Iglesia católica hay varios doctores reconocidos, entre ellos Juan Crisóstomo y san Agustín.
Al final de su intervención, Francisco dijo que quería agradecerle al pueblo salvadoreño, a tanta gente, y que para eso había elegido a una persona. Fue así que hizo subir a una de las colaboradoras más cercanas de san Óscar Romero, Angélica Morales, con quien intercambió palabras, abrazos y regalos.
El papa entró y salió ovacionado del aula Pablo VI, donde los salvadoreños le mostraron un profundo respeto. La mayoría esperaba ahí la confirmación de su vista a El Salvador, pero aún habrá que esperar.