Lo que los jóvenes esperan es que los ofrecimientos a su favor se vayan convirtiendo de inmediato en proyectos efectivos
La presencia de los jóvenes en el escenario de la realidad nacional viene haciéndose cada vez más identificable, en abierto contraste con lo que ocurría en épocas anteriores, cuando la juventud carecía de protagonismo y era sólo una referencia que estaba a la sombra del quehacer de los adultos, que eran los únicos sujetos actuantes. Esto ha ido cambiando de modo acelerado en los tiempos recientes, a tal punto que en el momento actual la incidencia de las aspiraciones y de las expectativas juveniles tienen una fuerza que hasta hace poco hubiera sido inimaginable. Al ser así, los poderes establecidos, tanto en el Gobierno como en las fuerzas partidarias, se hallan crecientemente obligados a tomar en cuenta el sentir y el pensar de la juventud para no quedar expuestos a un deterioro progresivo.
La suerte del país de cara al futuro va íntimamente vinculada con la suerte que corran los jóvenes en la misma perspectiva. En el pasado, el sector juvenil carecía de visibilidad propia, porque eran los adultos los que lo dirigían y lo controlaban prácticamente todo. Eso ha venido modificándose a la luz de los diversos fenómenos de visibilización que se van produciendo en la era contemporánea. Esto es sin duda parte viva de la dinámica globalizadora, que pone a todos los seres humanos sobre el mapa, identificándolos como tales, con sus necesidades y sus aspiraciones, sin límites ni fronteras. Y tal despliegue, como todas las novedades de fondo, es un desafío a la creatividad y a la responsabilidad.
Los jóvenes están llegando a hacerse presentes y determinantes en el quehacer político y socioeconómico con la energía y la vitalidad que les caracteriza; pero esto no hay que dejarlo suelto como un factor que no requiere atención conductora. Lo que en verdad estamos necesitando es que el sistema se abra de manera ordenada, respetuosa y efectiva a todos los influjos propios de la época, y el rol de los jóvenes es al respecto uno de los más significativos.
Ya no se vale tratar a los jóvenes como simples destinatarios de iniciativas que se planteen conforme a los conceptos del pasado, aun del más reciente. Lo que hoy las condiciones del ambiente humano demandan es que tanto lo que se ofrezca como lo que en consecuencia se realice esté perfectamente sintonizado con las nuevas formas de sentir y de pensar del conglomerado nacional, en el que la juventud tiene presencia cada vez más propia y decisiva. Así se va percibiendo de manera incuestionable en los distintos ámbitos sociales y políticos, y tiene todas las características de una incidencia que irá ganando terreno en forma cada día más notoria y vivificante.
Los jóvenes, por la propia naturaleza de su etapa vital, son aportadores espontáneos de frescura y de creatividad, y esas son, precisamente, aportaciones que nuestro sistema de vida está requiriendo con urgencia. Hagamos, pues que los jóvenes se incorporen en pleno al desenvolvimiento nacional con todo lo que traen consigo.
Y el modo más oportuno y justiciero de recibir a los jóvenes en esta nueva dimensión de sus vida es abriéndoles una oferta de oportunidades que les motive a dar todo de sí en función del progreso personal y nacional.
LOS PODERES ESTABLECIDOS, TANTO EN EL GOBIERNO COMO EN LAS FUERZAS PARTIDARIAS, SE HALLAN CRECIENTEMENTE OBLIGADOS A TOMAR EN CUENTA EL SENTIR Y EL PENSAR DE LA JUVENTUD PARA NO QUEDAR EXPUESTOS A UN DETERIORO PROGRESIVO.