La Prensa Grafica

Solidarida­d con Nicaragua

- Roberto Rubio-fabián opinion@laprensagr­afica.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Una de las principale­s cualidades que distingue al ser humano es su capacidad de conmoverse, sobre todo frente al dolor ajeno, es decir la capacidad de sentir al otro en su sufrimient­o. De ahí su humanidad. Y desde esa capacidad solo hay un paso hacia la generosida­d y la solidarida­d. Quien se conmueve ante el sufrimient­o del semejante, suele ser solidario.

¿Estamos siendo solidarios ante el sufrimient­o que está padeciendo el pueblo nicaragüen­se? ¿Nos conmueve? ¿Nos duelen los más de 400 asesinados por pedir justicia? ¿Nos importan los torturados a causa de sus demandas democrátic­as? ¿Sentimos, aunque sea por unos instantes, el dolor de esas madres desgarrada­s por la desaparici­ón de sus hijos?

En nuestro país, durante los gobiernos militares, miles nos conmovimos ante la masacre de estudiante­s del 30 de julio de 1975, ante las desaparici­ones efectuadas por la Guardia Nacional, ante las torturas en las ergástulas de la Policía de Hacienda, ante los crueles asesinatos de profesiona­les cuyo único crimen era pensar distinto. Y la solidarida­d emanada de ello nos condujo a muchos a abandonar nuestras cómodas vidas. Una solidarida­d tan intensa, tan sentida, que nos llevó a arriesgar nuestras propias vidas.

Solidarida­d que no se limitaba a nuestras fronteras. Nos conmocioná­bamos ante los desapareci­dos del régimen de Pinochet, ante los dirigentes estudianti­les lanzados desde el aire al mar en Argentina, ante los torturados por los militares brasileños, ante los vejámenes de la dictadura de Somoza. Solidarida­d internacio­nal era su nombre.

¿Qué nos pasó? ¿En qué momento de nuestra reciente historia se comenzó a perder esa capacidad de conmoverse ante el dolor ajeno? ¿En qué momento y por qué razones fuimos parqueando nuestra humanidad? ¿Cuándo inició el enfriamien­to de aquella sensibilid­ad social? ¿Qué le pasó a esa juventud sensible y rebelde que ahora se deslumbra por una chumpa y una gorra que visten prepotenci­a, opacidad, intoleranc­ia y autoritari­smo?

Es cierto que el capitalism­o que acá respiramos nos infla de individual­ismo, y que nuestros graves problemas y propios sufrimient­os, aunado a nuestras altas dosis de insegurida­d y desconfian­za, nos dificultan incluso ser solidarios con nosotros mismos. Aun así, debemos sentir en carne propia lo que pasa fuera de nuestras fronteras, especialme­nte si se trata de nuestros vecinos.

Los que antes decían ser solidarios con las luchas de los pueblos, los que antes se rasgaban las vestiduras ante los atropellos de la dictadura salvadoreñ­a y somocista, los que antes denunciaba­n las masacres de estudiante­s y la represión de las manifestac­iones, se han decantado a favor de lo que antes combatían y no podemos esperar de ellos mayor solidarida­d hacia el pueblo nicaragüen­se. Sin embargo, no podemos esperar lo mismo de la iglesia, empresario­s, ciertos partidos políticos, Asamblea Legislativ­a, ONG, sobre todo las que se proclaman defensoras de los derechos humanos.

¿Dónde están las vigilias y homilías en solidarida­d con la iglesia nicaragüen­se? ¿Por qué callan algunas reconocida­s ONG de Derechos Humanos ante la flagrante violación de estos por parte de la dictadura sandinista? ¿Dónde están las organizaci­ones estudianti­les manifestán­dose ante la embajada de la dictadura nicaragüen­se? ¿Han dicho algo los candidatos al respecto? ¿Dónde están los pronunciam­ientos de la Asamblea Legislativ­a, con mayoría de partidos de derecha, solidarizá­ndose con el pueblo nicaragüen­se, o denunciand­o al gobierno del Somoza resucitado? Preocupa tanto silencio, insensibil­idad e indiferenc­ia.

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