La Prensa Grafica

Marihuana

- Carlos Alfaro Rivas calinalfar­o@gmail.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Cuando probé marihuana, no inhalé humo, sino que mastiqué un brownie. Resulta que, durante mi año sabático de mochilero por Europa, en el barco entre Londres y Ámsterdam (no existía el Chunnel), mi destreza al capirucho llamó la atención de un holandés. Nos hicimos cheros, y hasta posada me ofreció, pero, antes de llegar a su casa, pasamos por “The Bulldog”, un “coffee shop” frente a uno de los tantos canales.

Me moría de hambre, tras una travesía nocturna, por lo que le entré con ganas al brownie, sin saber que además de cacao, tenía cannabis en abundancia.

Literalmen­te agarré avión; ataque de risa, por ratos paranoia, un hambre animal (los munchies le mentan); 4 horas de vuelo mientras el brownie pasaba de mi estómago al intestino.

Puse “coffee shop” entre comillas, pues más que café, venden variedades de cannabis por gramos, en batidos y en brownies. Desde 1976, Holanda adoptó una política tolerante ante el consumo de la hierba que da risa. Vive y deja vivir, siempre y cuando se respeten reglas elementale­s.

En el resto del mundo, varían las leyes que regulan, o castigan, el cultivo, tráfico, posesión, venta y consumo de cannabis. Desde la pena de muerte en Taiwán, hasta el ojo pacho de Holanda, y la legalizaci­ón en Uruguay.

En 2013 Uruguay, bajo el mando del austero Mujica, se convierte en el primer país que legaliza la mota. Sus autoridade­s viven y dejan vivir, mientras la posesión individual no pase de 40 gramos mensuales, el huerto casero de media docena de plantas, y la distribuci­ón exclusiva en farmacias.

El miércoles pasado, Canadá se convirtió en el segundo país en el mundo en legalizar el cannabis. Trending topic en las redes, venta loca de tatuajes y suvenires, avalancha de memes, análisis en pro y en contra.

El pro tiene más vigor; de hecho un 70 % de los canadiense­s votaron YES, pues más claro no canta un gallo. La guerra contra los carteles la hemos perdido. Si no lo cree vea Netflix. “El Funesto se queda chiquito a la par de Pablo Escobar”, observa la lorita Pepita.

Con el avance de la legalizaci­ón, se abren chorros de billete. Canadá estima que en dos años, los ingresos tributario­s, gracias a María Juana, superarán 5,000 millones. Para ponerlo en contexto, es más que todo el ingreso tributario de El Salvador del año pasado.

Con razón a Colorado se le pusieron los ojos colorados (2012), y ahora ingresa más impuestos del monte que del alcohol. Washington State también dijo “a fumaaaarrr­rr” (2014); y más recienteme­nte: California, Maine, Massachuse­tts, Nevada, Alaska, Oregon y Washington DC. Apuesto que en 2025 será legal en los 50 estados.

Vale la pena detenerse en California, el mercado de mayor consumo per cápita en el mundo, pues un alto porcentaje de sus 39 millones inhala y exhala cannabis con frecuencia.

Desde su legalizaci­ón en enero pasado, la fiebre del oro verde ha inyectado 11 mil millones en la economía del estado; mil melones solo de impuestos. Mi tía, quien vive en Ventura, nos cuenta que en las tiendas autorizada­s, encontrás hasta exfoliante para torceduras con marihuana. Dice que funciona mejor que el Voltarén, y es 100 % natural.

Europa, emulando, a todo vapor, el ejemplo de su vecino holandés. ¿Y El Salvador? Atrás como el cangrejo. El caso Clay Pierce lo dice todo. En noviembre pasado Clay, en tránsito entre Bogotá y Denver, alborotó a los chuchos de Comalapa, y lo zampan 3 meses en Mariona. Esto pues, al manosearlo, le encontraro­n un puchito valuado en $43, ignorando la receta que indicaba un toque, después de cada comida, para controlar el párkinson.

Cómo es eso, que al gringo lo meten al bote por $43, y a Funes lo dejan libre por cientos de millones. Sí que somos guanacos.

Por cierto, ocurrente el meme del candidato musulmán, atrás de una frondosa plantación (no de café), anunciando: “Vamos a reactivar el agro”.

En un país en el que solo un 30 % de la población pagamos impuesto sobre la renta, en el que el agro y las finanzas están en rojo, culpa de los rojos, la pregunta del millón es si en nuestra nación la legalizaci­ón fuese una solución u otra maldición. ¿Cuál es su opinión?

“Aunque sea legalicen los brownies”, se escucha desde el patio.

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