¿Podría una aspirina prevenir la obesidad y el cáncer?
La inflamación es una de las causas comunes de estas enfermedades y los investigadores tratan de prevenirla con dieta y algo parecido a este medicamento.
Si la inflamación crónica está en el origen de la mayoría de los males que nos quitan el sueño (envejecimiento, tumores, alzhéimer...), los fármacos que la atajan se perfilan, en teoría, como una posible solución para casi todo. La práctica, sin embargo, es mucho más compleja. ¿Lo que sí se sabe que funciona? Moverse, comer verduras y vivir en paz.
Suena mal, pero no siempre lo es. La inflamación es un proceso fisiológico de lo más vulgar. "La forma que tiene nuestro organismo de detectar daños e intentar repararlos. Si careciésemos de ella, podríamos sufrir problemas muy graves al no poder percibir que tenemos una infección o herida", apunta África González, presidenta de la Sociedad Española de Inmunología (SEI). Bendita señal de alarma.
Pero, en ocasiones, "la inflamación no finaliza, se cronifica, es exagerada y, finalmente, deteriora los órganos, dado que al intentar repararlos lo hace de forma anómala (con fibrosis, destrucción de tejidos, calcificaciones, etcétera)", añade la inmunóloga.
La lista de problemas de salud que tienen la inflamación como punto en común se alarga continuamente con los resultados de nuevas investigaciones que demuestran esa conexión. Sin embargo, la inflamación es también una especie de cajón de sastre en el que caben numerosas afecciones, aunque cada una desencadene una respuesta inmunitaria diferente. "Imaginemos la inflamación como el cuadro de fusibles que nos encontramos en una casa nueva. Podemos buscar el interruptor que enciende la luz del salón o el que apaga la alarma (del mismo modo que esperamos tirar de la palanca que desactiva el cáncer o la placa de ateroma), pero el circuito es desconcertante: algunos interruptores están marcados en rojo (no tocar), otros no tienen ningún indicador y otros están descritos en un idioma extranjero", esboza en un artículo en The New York Times Siddhartha Mukherjee.
El objetivo que quita el sueño a la comunidad médica es desentrañar cómo funciona ese complejo cuadro de luces, pero también conocer qué posibilidades hay de que una molécula de la respuesta inmune actúe como interruptor para enfermedades diferentes. Por ejemplo, se ha encontrado que los afectados por inflamación intestinal tienen un 23 % más posibilidades de sufrir un ataque al corazón. Y los menores de 40 años son los de mayor riesgo.
Antiinflamatorios
La pregunta es: ¿se podrían evitar estas enfermedades tan habituales con fármacos antiinflamatorios? Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), responde: "Desde la aparición de los medicamentos inmunomoduladores, que actúan directamente sobre los fenómenos de la inflamación, la situación ha cambiado", tanto, que enfermedades como la artritis reumatoide o la enfermedad inflamatoria intestinal, que hasta hace pocos años carecían de un tratamiento eficaz, "dentro de un tiempo podrían ser anecdóticas". Otros antiinflamatorios, como la aspirina, el ibuprofeno o los corticoides, que tienen una eficacia reconocida para multitud de problemas de salud, "no son recomendables como prevención primaria de enfermedades crónicas, como pueden ser las cardiovasculares, por los efectos adversos que provocan", advierte Gil.
Con todo, es seductora la idea de que tomando un simple antiinflamatorio se podrían prevenir algunos tipos de cáncer, una hipótesis que, de entrada, admite Jorge Moscat: "De hecho, aunque todavía es controvertido, la aspirina se perfila como una forma de prevenir el cáncer de colon. Sin embargo, esto daría lugar a efectos adversos indeseados. Además, está claro que la inflamación crónica es fundamental en el inicio y desarrollo tumoral".