¡El Salvador, un país de violencia política!
Sabía que no iba a ser fácil estar en la política salvadoreña. La misma naturaleza de los mecanismos de la política pueden ser retadores e intimidantes. A esto se le suma el ser mujer en un país de estereotipos y prejuicios, lento en la incorporación y valoración de la mujer en todos los roles de la vida social. Un país que da pasos tímidos en la vindicación de la mujer como tomadora de decisiones, como ente vital en el aporte de nuevas perspectivas y soluciones a las problemáticas.
Perspectivas diferentes y complementarias, asegura que los intereses y preocupaciones de todos los ciudadanos estén reflejados en las políticas públicas. Esta perspectiva diferente tiene que ver necesariamente con la inclusión y con una visión de los nuevos roles que las mujeres están desempeñando
La violencia política contra las mujeres en razón de género es un obstáculo en la consolidación de la democracia inclusiva.
Se ha avanzado en reconocer los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, persiste aún en nuestras sociedades, fuertes y arraigados comportamientos de corte machista. Esta actitud moviliza las acciones de mujeres profesionales, que trabajan por visibilizar este problema. Su trabajo retrata una realidad social en el que se coloca a las mujeres en situaciones de inferioridad frente a los hombres.
Si las ideas políticas de una mujer son atacadas solamente por ser de esta naturaleza, no es un caso de violencia contra las mujeres en política. Se vuelve violencia cuando el ataque se efectúa a través del uso de estereotipos de género, aludiendo a sus cuerpos o los roles tradicionales, principalmente como esposas y madres, lo que niega o socava su competencia en la esfera. El señalamiento no se dirige contra una sola mujer, sino se dirige también a todas. Se vuelve intimidante y un método de disuasión, para que otras mujeres consideren una carrera política.
Esta clase de violencia es similar a los llamados delitos de odio; el uso de mecanismos de poder y opresión contra las personas con una identidad particular, para perpetuar “jerarquías tradicionales”.
Importante es reconocer que la crítica y el escrutinio de cada funcionario es vital en la configuración de una buena clase política. Todavía más, la libertad de expresión es fundamento de una sociedad democrática sana. Algunas conductas simplemente “cruzan la raya”.
A pesar de desempeñarme en una sociedad cuyo dominio tradicional en estos espacios ha sido de los hombres, así asumí el compromiso de ser política, ayudar a la población con sus problemas, no es cuestión de género.
Encontrar expresiones de violencia contra las mujeres incluye en mis acciones un “activismo” para protegernos. Intolerables son los atropellos a la dignidad o integridad de las mujeres por ser mujeres.
Aquí en El Salvador la violencia política se invisibiliza, porque no se denuncia, por desconocimiento de leyes como la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (LEIV), falta educar.
Aquí comienza este nuevo compromiso y trabajo. Me uno a la cruzada.
¡Erradiquemos la violencia política en contra de la mujer!