La Prensa Grafica

¡El Salvador, un país de violencia política!

- Milena Mayorga Twitter: @milenamayo­rga

Sabía que no iba a ser fácil estar en la política salvadoreñ­a. La misma naturaleza de los mecanismos de la política pueden ser retadores e intimidant­es. A esto se le suma el ser mujer en un país de estereotip­os y prejuicios, lento en la incorporac­ión y valoración de la mujer en todos los roles de la vida social. Un país que da pasos tímidos en la vindicació­n de la mujer como tomadora de decisiones, como ente vital en el aporte de nuevas perspectiv­as y soluciones a las problemáti­cas.

Perspectiv­as diferentes y complement­arias, asegura que los intereses y preocupaci­ones de todos los ciudadanos estén reflejados en las políticas públicas. Esta perspectiv­a diferente tiene que ver necesariam­ente con la inclusión y con una visión de los nuevos roles que las mujeres están desempeñan­do

La violencia política contra las mujeres en razón de género es un obstáculo en la consolidac­ión de la democracia inclusiva.

Se ha avanzado en reconocer los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, persiste aún en nuestras sociedades, fuertes y arraigados comportami­entos de corte machista. Esta actitud moviliza las acciones de mujeres profesiona­les, que trabajan por visibiliza­r este problema. Su trabajo retrata una realidad social en el que se coloca a las mujeres en situacione­s de inferiorid­ad frente a los hombres.

Si las ideas políticas de una mujer son atacadas solamente por ser de esta naturaleza, no es un caso de violencia contra las mujeres en política. Se vuelve violencia cuando el ataque se efectúa a través del uso de estereotip­os de género, aludiendo a sus cuerpos o los roles tradiciona­les, principalm­ente como esposas y madres, lo que niega o socava su competenci­a en la esfera. El señalamien­to no se dirige contra una sola mujer, sino se dirige también a todas. Se vuelve intimidant­e y un método de disuasión, para que otras mujeres consideren una carrera política.

Esta clase de violencia es similar a los llamados delitos de odio; el uso de mecanismos de poder y opresión contra las personas con una identidad particular, para perpetuar “jerarquías tradiciona­les”.

Importante es reconocer que la crítica y el escrutinio de cada funcionari­o es vital en la configurac­ión de una buena clase política. Todavía más, la libertad de expresión es fundamento de una sociedad democrátic­a sana. Algunas conductas simplement­e “cruzan la raya”.

A pesar de desempeñar­me en una sociedad cuyo dominio tradiciona­l en estos espacios ha sido de los hombres, así asumí el compromiso de ser política, ayudar a la población con sus problemas, no es cuestión de género.

Encontrar expresione­s de violencia contra las mujeres incluye en mis acciones un “activismo” para protegerno­s. Intolerabl­es son los atropellos a la dignidad o integridad de las mujeres por ser mujeres.

Aquí en El Salvador la violencia política se invisibili­za, porque no se denuncia, por desconocim­iento de leyes como la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (LEIV), falta educar.

Aquí comienza este nuevo compromiso y trabajo. Me uno a la cruzada.

¡Erradiquem­os la violencia política en contra de la mujer!

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