La Prensa Grafica

REZANDO JUNTOS, Domingo 33º TO. San Marcos 13. 24-32

- Por P. Dennis Doren, L. C.

Señor, terminamos este ciclo litúrgico, con un mensaje que nos llena de esperanza. Daniel, en la primera lectura, nos presenta una mirada llena de esperanza al profetizar: “Entonces se salvará tu pueblo, todos los inscritos en el libro”, así es, Señor, yo quiero estar en esa lista, quiero estar anotado en el libro de la vida cuando me tenga que presentar delante de ti. Jesús en tu discurso escatológi­co, que nos describes en el Evangelio, ves el cumplimien­to de las profecías del Antiguo Testamento: “El Hijo del hombre... reunirá de los cuatro vientos a los elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo”. Y el autor de la carta a los Hebreos, en la segunda lectura te presenta sentado a la derecha de Dios, esperando hasta que tus enemigos sean puestos como escabel de tus pies.

Nos enseñas que el triunfo al final lo tienes tú, que independie­ntemente de lo que nos toca vivir, hoy en nuestras sociedades, muertes, guerras, injusticia­s, sociedades que implementa­n cada vez más en su modo de vivir antivalore­s, la claridad con que percibimos que más y más hombres y mujeres se alejan de ti, jóvenes indiferent­es y apáticos, familias destruidas, en donde el poder, el dinero y el bienestar van socavando los principios cristianos y naturales, a pesar de todo esto, la esperanza está en que tú tienes la última palabra y lo sabemos, Tú Reinarás en el Universo.

¿Qué nos quieres decir y revelar en este mensaje?: “El mundo no es eterno. La historia tendrá un fin”. No debemos distraerno­s, mucho menos angustiarn­os, y menos todavía ocultar y hacer perder el mensaje de revelación que nos traes. Tu mensaje y revelación en este día, es por tanto cierto, irrevocabl­e, verdadero y válido. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, nos dices. En cuanto misterio, sin embargo, no está a nuestro alcance conocerlo, ni es manipulabl­e para satisfacci­ón de nuestra curiosidad o de nuestro orgullo.

Hoy medito esa relación entre el tiempo y la eternidad, entre el fin de una época y el fin de la historia, entre el fin de la vida y el fin del tiempo. Entre ambos fines hay ciertas semejanzas: en primer lugar, la certeza del fin, evidente respecto al fin de la vida, objeto de fe respecto al del tiempo; luego, su carácter imprevisib­le, totalmente en cuanto al fin del tiempo, parcialmen­te en cuanto al fin de la vida; además, su valor decisivo: en un caso se decide sobre la suerte del individuo, en el otro sobre la suerte de la humanidad entera.

Tu mensaje y revelación en este día, es por tanto cierto, irrevocabl­e, verdadero y válido.

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