La Prensa Grafica

SALMAN RUSHDIE: "MIS OBRAS CELEBRAN LA MIGRACION"

El autor indio-británico Salman Rushdie, autor de “La decadencia de Nerón Golden”, habló sobre los temas que lo persiguen: el movimiento migrante, la religión, el régimen de Donald Trump, y el realismo mágico.

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Decir que Salman Rushdie es un perseguido se ha convertido en un cliché. Fue en 1988 que el autor indio-británico publicó “Los versos satánicos”, novela que por su supuesto contenido blasfemo le valdría a Rushdie una condena a muerte (a través de un edicto legal y religioso, o fatwa) que emitió el ayatolá Jomeini. La cabeza del escritor comenzó a tener precio: $3 millones para quien acabara con su vida. Pero ya son 30 años los que han pasado desde entonces, y Rushdie no oculta cierto malestar por las constantes alusiones a ese episodio superado. La polémica fatwa nunca fue anulada oficialmen­te, pero al autor de “Hijos de la medianoche” ya no lo persigue nadie. El más reciente libro de Salman Rushdie es “La decadencia de Nerón Golden”, novela ambientada en el Estados Unidos contemporá­neo, entre las gestiones de Barack Obama y Donald Trump, y con un personaje protagonis­ta con innegables ecos al polémico presidente estadounid­ense. Con esa obra como punto de partida comenzamos la charla.

¿Cómo decidió escribir este libro mucho más realista y con más humor que sus anteriores trabajos?

Bueno, yo considero que todos mis libros tienen cierto grado de humor. Si unos pueden ser más graciosos que otros es relativo. Mi novela anterior, “Dos años, ocho meses y veintiocho noches”, también estaba ambien-

tada en Nueva York, pero a la manera de un cuento de hadas, con genios de la lámpara y alfombras voladoras. Y ocurrió que, apenas la terminé, sentí una especie de reacción en contra, un rechazo de volver a escribir algo así otra vez. Quería algo totalmente opuesto... Entonces “La decadencia de Nerón Golden”, a diferencia de otros de mis libros, no hay nada de realismo mágico. Prácticame­nte todo es puro realismo.

Existe cierta tendencia actual a rechazar y menospreci­ar el realismo mágico, entre otras razones por su mirada un tanto exótica.

Lo que ocurre es que en la literatura, como en cualquier otra disciplina, hay modas. Cuando se estableció el realismo mágico fue enormement­e exitoso e influyente. Pero luego surgió una fuerte reacción en contra... Es parecido a componer una sinfonía: tienes todos los instrument­os y a veces decides componer para cuerdas, otras veces para piano, pero siempre es bueno saber que tienes toda la orquesta. El realismo mágico es solo uno de los instrument­os de la orquesta, que a veces es apropiado y necesario, y otras veces no tanto. No digo que no volveré a usarlo, sino que simplement­e son las historias las que me dictan cómo debo escribir mis libros.

Quiero hablar de nuevo del humor, sobre todo a propósito de la corrección política. Hay movimiento­s muy válidos y legítimos, como el feminismo o la lucha contra el racismo, que parecen tolerar cada vez menos el humor.

Sí, mira: yo mismo me considero antirracis­ta y feminista. Pero no me gusta la literatura ideológica­mente direcciona­da. No me gustan los libros que me dicen cómo debo pensar. Prefiero que el libro sea el lugar adonde el lector pueda acudir para vincularse con ideas contemporá­neas, y que de esa manera pueda decidir cómo pensar.

Hablemos de un tema que recorre su obra: la migración.

La civilizaci­ón es el proceso de aprender cómo controlar nuestro peor rostro. Yo he sido un migrante toda la vida. A los 14 años migré de la India a Inglaterra; y hace 19 migré de Londres a Nueva York. Mi vida está definida por eso. En los últimos 100 años, la historia ha estado marcada por la migración, más personas han cruzado el mundo que en toda la historia de la humanidad. Nueva York, donde vivo, es una ciudad conformada por tres cuartos de población migrante. Por eso mis obras siempre celebran el fenómeno de la migración y cómo el mundo se enriquece con ese movimiento.

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