25 de noviembre – no violencia contra mujeres
Somos tan lindas, ya niñas, ya adolescentes, jovencitas, maduras preciosas y ancianas. Somos uno de los más sublimes especímenes de la Creación: inteligentes, moderadas, metódicas, estrategas, guerreras, valientes, aguantadoras, fuertes. Ni hoy ni nunca hemos estado “detrás de ningún gran hombre”, porque a ellos les cabe el honor de tenernos cuanto menos, a su derecha... incluso hay unos cuya mujer va adelante, ¿o no?... ¡Ah!, y cuando nos toca llevar los pantalones (porque los que un día estuvieron por ahí han desaparecido) no hay quien nos iguale. Una gallina, un águila no son nada con sus alas protectoras de sus manadas; ¡nosotras solo nos igualamos a una leona paseándose en derredor de sus cachorros, enclavando con desafío sus chispeantes ojos, y ¡ay! del que ose merodear por ahí!; cazamos el sustento para la prole; y tan gigantes somos que alcanza hasta para la ascendencia.
Bueno, realmente ese es el retrato de la “mujer ideal”, una que sabe vivir, que se ama y estima a sí misma, que posee valores, que no la apantallan ni la embaucan lisonjas, espejismos ni juramentos vulgares; que ante esos amores “perros” que se encuentran a veces en la vida, no pierden los estribos ni se avientan locamente; los gozan mientras duran pero ni se complican ni complican a nadie; al detectar peligro se apartan, porque no quieren ser lastimadas, utilizadas, humilladas, golpeadas, asesinadas... Tampoco se quieren comprometer, ya que al sentirse reducidas físicamente, en paralelo al dicho de Vargas Vila: “cuando la vida es un martirio el suicidio es un deber”, acá sería “dale antes que él te dé, reacciona velozmente”... Y qué necesidad hay de hacerse de un arma, de delinquir e ir presa, pudiendo zafarse a tiempo pero con inteligencia de esos nudos peligrosos.
La mujer virtuosa es sabia, tanto que aunque tenga que renunciar a privilegios, dineros, comodidades o un buen rato, es tan campeona y tan grande que manda todo eso al diablo, recoge su dignidad y su autoestima, se yergue y sigue derecho, despreciando oscuros y peligrosos recodos donde se agazapan el placer bajero, la oferta sucia, las amistades inconvenientes; y se salva y escapa por su vida. Una mujer que así se conduce, seguramente vivirá con libertad y tranquilidad tanto en la alborada de su infancia, en la mañanita de su adolescencia, al mediodía de su preciosa madurez y en la tarde-noche de su ancianidad. Habrá nadado sin mojar la ropa en los ríos que atravesó y no habrá nadado contra corriente; habrá corroborado que la luna adentro del pozo no es queso. Que vale mucho su vida cuando es soltera, pero que vale mucho más cuando tiene hijos, porque es para brindársela a ellos.
Ni los gobiernos ni las leyes pueden enderezar una vida que voluntariamente decide ser torcida, hermanándose con la fatalidad. Es la mujer la que debe poner un “hasta aquí” a sus estupideces, aprender a quererse y valorarse y no permitir que la dañen. A veces el verdugo es demasiado peligroso, entonces las estrategias de liberación tienen que ser muy finas, tanto las mentales que nos hacen jugar en ese círculo de las deliciosas reconciliaciones para lueguito volver a sufrir más que antes; lo mismo que la retirada física que tiene que ejecutarse bien, poniéndose a salvo del alcance del maltratador... y siempre estar bien preparadas para cualquier sorpresa.