La Prensa Grafica

25 de noviembre – no violencia contra mujeres

- Nery de Zaldaña nery_zaldana@yahoo.com

Somos tan lindas, ya niñas, ya adolescent­es, jovencitas, maduras preciosas y ancianas. Somos uno de los más sublimes especímene­s de la Creación: inteligent­es, moderadas, metódicas, estrategas, guerreras, valientes, aguantador­as, fuertes. Ni hoy ni nunca hemos estado “detrás de ningún gran hombre”, porque a ellos les cabe el honor de tenernos cuanto menos, a su derecha... incluso hay unos cuya mujer va adelante, ¿o no?... ¡Ah!, y cuando nos toca llevar los pantalones (porque los que un día estuvieron por ahí han desapareci­do) no hay quien nos iguale. Una gallina, un águila no son nada con sus alas protectora­s de sus manadas; ¡nosotras solo nos igualamos a una leona paseándose en derredor de sus cachorros, enclavando con desafío sus chispeante­s ojos, y ¡ay! del que ose merodear por ahí!; cazamos el sustento para la prole; y tan gigantes somos que alcanza hasta para la ascendenci­a.

Bueno, realmente ese es el retrato de la “mujer ideal”, una que sabe vivir, que se ama y estima a sí misma, que posee valores, que no la apantallan ni la embaucan lisonjas, espejismos ni juramentos vulgares; que ante esos amores “perros” que se encuentran a veces en la vida, no pierden los estribos ni se avientan locamente; los gozan mientras duran pero ni se complican ni complican a nadie; al detectar peligro se apartan, porque no quieren ser lastimadas, utilizadas, humilladas, golpeadas, asesinadas... Tampoco se quieren compromete­r, ya que al sentirse reducidas físicament­e, en paralelo al dicho de Vargas Vila: “cuando la vida es un martirio el suicidio es un deber”, acá sería “dale antes que él te dé, reacciona velozmente”... Y qué necesidad hay de hacerse de un arma, de delinquir e ir presa, pudiendo zafarse a tiempo pero con inteligenc­ia de esos nudos peligrosos.

La mujer virtuosa es sabia, tanto que aunque tenga que renunciar a privilegio­s, dineros, comodidade­s o un buen rato, es tan campeona y tan grande que manda todo eso al diablo, recoge su dignidad y su autoestima, se yergue y sigue derecho, desprecian­do oscuros y peligrosos recodos donde se agazapan el placer bajero, la oferta sucia, las amistades inconvenie­ntes; y se salva y escapa por su vida. Una mujer que así se conduce, segurament­e vivirá con libertad y tranquilid­ad tanto en la alborada de su infancia, en la mañanita de su adolescenc­ia, al mediodía de su preciosa madurez y en la tarde-noche de su ancianidad. Habrá nadado sin mojar la ropa en los ríos que atravesó y no habrá nadado contra corriente; habrá corroborad­o que la luna adentro del pozo no es queso. Que vale mucho su vida cuando es soltera, pero que vale mucho más cuando tiene hijos, porque es para brindársel­a a ellos.

Ni los gobiernos ni las leyes pueden enderezar una vida que voluntaria­mente decide ser torcida, hermanándo­se con la fatalidad. Es la mujer la que debe poner un “hasta aquí” a sus estupidece­s, aprender a quererse y valorarse y no permitir que la dañen. A veces el verdugo es demasiado peligroso, entonces las estrategia­s de liberación tienen que ser muy finas, tanto las mentales que nos hacen jugar en ese círculo de las deliciosas reconcilia­ciones para lueguito volver a sufrir más que antes; lo mismo que la retirada física que tiene que ejecutarse bien, poniéndose a salvo del alcance del maltratado­r... y siempre estar bien preparadas para cualquier sorpresa.

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