Salvadoreña evita la deportación a 14 km de la Casa Blanca
Rosa Gutiérrez López vive refugiada en la iglesia Cedar Lane Unitarian Universalist. El ICE no puede entrar al santuario.
Cuando llegó el 10 de diciembre, Rosa Gutiérrez López no regresó a El Salvador como le había ordenado el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, en inglés). En cambio, consiguió hospedaje a apenas 14 kilómetros de la Casa Blanca. Según activistas, la salvadoreña se convirtió en la primera inmigrante no autorizada en refugiarse dentro de un templo religioso ubicado en el área metropolitana de Washington, con la esperanza de permanecer definitivamente en el país junto a sus tres hijos estadounidenses por nacimiento. “Me siento bien porque pienso que Migración no puede entrar acá”, dijo Rosa durante una entrevista reciente que ofreció a The Associated Press en la capilla de la iglesia Cedar Lane Unitarian Universalist, cuya sede en un suburbio capitalino abarca 28,000 metros cuadrados. “Es un lugar santuario que ellos respetan”, agregó. Si bien Rosa es legalmente una fugitiva que puede ser arrestada en cualquier momento, ICE suele considerar a las iglesias como “lugares sensibles” y generalmente no persigue a personas que se encuentren en su interior. La centroamericana de 40 años viajó por tierra durante 72 días en 2005, desde su hogar en el departa- mento de La Paz hasta la frontera de Texas, donde las autoridades de Estados Unidos la arrestaron, liberaron y citaron para comparecer semanas después ante un tribunal migratorio. Al no asistir a su audiencia, el tribunal ordenó al año siguiente su deportación.
Rosa se mudó poco después a Fredericksburg, Virginia; y concibió tres niños antes de que descubriera en 2014 que las autoridades la buscaban.
Agentes de ICE detuvieron en la calle a quien entonces era su pa- reja para preguntar por su paradero, así que ella se buscó un abogado y acudió a una oficina de ICE a averiguar detalles. La mujer continuó trabajando mientras comparecía periódicamente ante una oficina de ICE, hasta que la situación cambió drásticamente en mayo de 2017, cuatro meses después de que Donald Trump llegó a la Casa Blanca.
ICE le colocó un brazalete electrónico en el tobillo izquierdo –un aparato que le crea una ampolla permanente y que ella suele ocultar bajo la ropa– y le ordenó abandonar el país el 10 de diciembre. Sin embargo, ella se rehúsa abandonar a sus tres hijos, especialmente al menor, que requiere terapias semanales por padecer del síndrome de Down a sus seis años de edad.
También descartó llevarse a los niños con ella porque sostiene que las pandillas han asesinado a tres de sus parientes en El Salvador durante los últimos dos años y ella teme por su vida.
“Yo no merezco ser deportada. Yo merezco estar aquí en este país con mis hijos porque ellos son ciudadanos americanos”, indicó.
Un censo de 2010 registró 1,648,968 salvadoreños en Estados Unidos.
Rosa piensa que el obstáculo principal en este momento es vi-