La Prensa Grafica

Sobre el cambio y el presidente que necesitamo­s

- Alberto Arene arenealber­to@yahoo.es

El problema principal que confrontan El Salvador y los países que integran el norte de Centroamér­ica (CA-4) no es la insegurida­d, el bajo crecimient­o y la incapacida­d de la economía para crear empleos decentes; ni la desigualda­d, la pobreza y el deterioro medioambie­ntal resultante. El problema principal es el retraso de las élites políticas, empresaria­les, profesiona­les e intelectua­les para entender con mayor rapidez, profundida­d y consenso las causas que nos llevaron a esta situación, el cambio de época más profundo y prolongado de la historia de la humanidad, y la articulaci­ón de las estrategia­s y políticas de Estado para transforma­r estas sociedades en medio de un mundo cada vez más complejo, incierto y tecnológic­amente avanzado. En ausencia de una perspectiv­a de transforma­ción estructura­l sostenida liderada por el conocimien­to, la visión prospectiv­a, la gestión anticipato­ria y la ejecución eficaz, seguiremos empantanad­os en la conflictiv­idad, el entrampami­ento y la irrelevanc­ia, con nuevas crisis alimentada­s por un contexto internacio­nal adverso.

El cambio que necesitamo­s tiene que partir del imperativo de la creación de riqueza con productivi­dades, valores agregados y excedentes crecientes, que nos permitan crear más de cien mil empleos decentes anualmente y superar progresiva­mente los enormes déficits sociales y medioambie­ntales y la enorme e insostenib­le deuda pública, para luego aumentar progresiva­mente la inversión pública y fortalecer el rol planificad­or del Estado. El principal motor del crecimient­o es la inversión privada que deberá doblarse por encima del 20 % del PIB, de la mano de inversión creciente en educación, y del impulso acelerado en infraestru­ctura y logística. Estas podrán ser financiada­s por concesione­s, titulariza­ciones e instrument­os de estructura­ción financiera diversa, en asocios público-privados y compañías mixtas, en procesos licitatori­os transparen­tes y competitiv­os que le dejen los mayores beneficios posibles al Estado y la sociedad. Por estar el Estado endeudado y sin recursos no puede congelarse la inversión, el crecimient­o y el desarrollo, requiriénd­ose adelantar el futuro a partir de valorizar los activos del Estado y en empresas públicas con importante­s flujos anuales.

La reforestac­ión de la cuenca del Río Lempa a partir de un pacto nacional y plan estratégic­o constituye un imperativo nacional, para satisfacer las crecientes demandas de agua, energía y alimentos.

Esta perspectiv­a de creación de futuro, viabilidad y sostenibil­idad nacional conlleva para el liderazgo político nacional, el presidente de la República, su gabinete y los principale­s funcionari­os del Estado, trabajar en un doble carril, el de la atención de las necesidade­s y demandas más urgentes, y el de la transforma­ción estructura­l que permita nuevas y mejores capacidade­s productiva­s y provisión de servicios públicos diversos. Casi no existen problemas urgentes y coyuntural­es que no tengan su origen en plataforma­s productiva­s y de servicios obsoletas.

Es fundamenta­l abandonar la perspectiv­a de nuestros compatriot­as en el exterior dependient­e de sus remesas familiares, para incorporar­los progresiva­mente como profesiona­les, turistas, inversioni­stas y socios del desarrollo nacional; con gran potenciali­dad de desarrollo de mediano y largo plazo, tanto o más en adelante que enfrentare­mos restriccio­nes crecientes para la migración irregular a Estados Unidos, cerrándose la válvula histórica de escape de El Salvador diseñado para expulsar a su gente.

El hartazgo justificad­o respecto a los dos principale­s partidos políticos y sus aliados para lograr “gobernabil­idad” no justifica un salto al vacío en un país con una economía y finanzas públicas en cuidados intensivos, con una enorme fragilidad e incertidum­bre al futuro. No más presidente­s sin formación académica y vínculos con profesiona­les de mayor probidad, formación, capacidad y experienci­a. Después de los últimos cuatro gobiernos no podemos entrar a un nuevo ciclo de corrupcion­es, confrontac­iones, divisiones y parálisis que serían el jaque mate para la economía, las finanzas públicas y la gobernabil­idad nacional. No necesitamo­s cualquier cambio, y menos el cambio para retroceder, jaque mate de la frágil e incierta situación nacional en un mundo cada vez más complejo y disruptivo. Con bajo crecimient­o, alto endeudamie­nto, rezagos en competitiv­idad e innovación, y alta insegurida­d, no nos podemos dar el lujo de un nuevo cambio para retroceder.

El cambio que necesitamo­s es para progresar. Conlleva el impulso de un nuevo liderazgo transforma­dor, democrátic­o y concertado­r; de políticos y servidores públicos honestos, con conocimien­tos y visión prospectiv­a, gestión anticipato­ria, ejecución eficaz y amplia interlocuc­ión internacio­nal. Solo así superaremo­s progresiva­mente la insegurida­d, el bajo crecimient­o y la incapacida­d de crear empleos decentes, impulsando el desarrollo sostenible, la superación de la pobreza y el deterioro medioambie­ntal.

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