Enseñarles valores mientras se divierten es la clave para que los niños cambien malas actitudes.
AHistóricamente solo los niños utilizaban pantalones cortos. Después de la Segunda Guerra Mundial, el short se masificó entre hombres y mujeres quienes los utilizaban de forma casual y preferentemente durante el verano. En la década de los años ochenta, esta prenda alcanzó un gran impulso gracias a que los diseñadores de modas fijaron su atención en ella y la convirtieron en una prenda de culto.
El material protagonista de los noventa, el plástico, se reinventa. Los accesorios transparentes son una de las tendencias que está ganando mucho terreno en los guardarropas más fashionistas.
nita tiene cinco años y muchos juguetes para divertirse con niños de su edad; sin embargo, ya nadie quiere jugar con ella. ¿La razón? A Anita no le gusta seguir las reglas y siempre es ella quien decide qué hacer, así a los demás no les parezca. Además, no le agrada que se le acerquen a sus amiguitos de plástico o felpa, pues siempre que alguien lo hace, menciona su frase preferida: ‘¡Eso es mío!’
A niños como Anita se les puede dificultar relacionarse por actitudes individualistas que han aprendido y desarrollado. Para la orientadora familiar Carolina Oquendo, docente del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, “tratar de justificar este tipo de conductas y no hacer nada al respecto es un error, pues los pequeños experimentan emociones negativas y pueden llegar a transformarlas en sentimientos como la ira”.
Los niños deben adquirir una serie de valores fundamentales que son necesarios para su desarrollo emocional, psíquico y físico. “Los pequeños deben ser educados en virtudes como el orden, el compañerismo, la solidaridad, la responsabilidad, la fuerza de voluntad, la humildad y la lealtad, entre otros”, dice Oquendo.
¿CÓMO LOGRAR QUE LOS NIÑOS APRENDAN VALORES QUE MUCHOS DE LOS ADULTOS NO HAN PODIDO APLICAR?
Los expertos coinciden en algo: “A través del juego”, porque es una escuela para la vida. Según organismos como UNESCO y UNICEF, el juego incentiva el aprendizaje, y su objetivo en la primera infancia es, en gran medida, preparar a los niños para la vida escolar.
Dicen las psicólogas que para conseguir un aprendizaje exitoso se debe estimular la imaginación y la creatividad a través de la recreación, pues los niños están más abiertos al aprendizaje y mejoran su estado de ánimo. Esto les permite estimular sus habilidades sociales y controlar sus emociones.
Por otro lado, la sobreprotección, dicen las psicólogas, es una de las causas para que niños como Anita no puedan compartir y relacionarse a través del juego con sus amigos. Cuando los padres no permiten que los pequeños actúen a su manera, sino que quieren dirigirlos, incluso en el juego.
Es importante tener en cuenta que las familias contemporáneas prefieren tener hijos únicos, que tienden a ser individualistas al no tener hermanos con quien compartir. También aseguran que los niños de hoy son grandes consumidores de bienes y viven en la inmediatez, es decir, ‘lo quiero, y ya’, y los padres siempre buscan satisfacerlos.
Irma Salazar, técnica en gestión de la Corporación Juego y Niñez, manifiesta: “El juego es básico porque, además de fortalecer sus habilidades, les enseña a valorar cuando se gana y a aprender cuando se pierde”.
Si los niños juegan en equipo, como en el fútbol, tienden a ser más sociables y extrovertidos y aprenden valores como la amistad, la solidaridad y la empatía. En cambio, con actividades individuales como el ajedrez, la gimnasia y otras se fomentan la concentración, el trabajo, el rendimiento individual y la consecución de metas personales.
En ambos casos se estimulan la disciplina, la responsabilidad, la puntualidad, el compromiso, la competitividad, la interacción con su entorno y el desarrollo emocional, según lo explica Aída Milena Casadiego, psicóloga especialista en desarrollo personal y familiar.
¿Y si no quieren jugar?
No hay que obligarlos, sino acompañarlos. Muchas veces, los niños no lo hacen porque su único compañero de juego es virtual o digital y no tienen con quién divertirse. Por ello, tenga en cuenta que el aprendizaje del juego no se logra de manera individual, sino con la guía de algún adulto.
Ante la negativa a jugar, se deben conocer las causas: ¿Por qué no quiere? ¿Tuvo una mala experiencia? ¿No entiende el juego? ¿No está cómodo?
Además, los expertos recomiendan no hacer críticas constantes, pues esto desmotiva y hace que se desconecte. “Un juego es una actividad educativa lúdica; hay reglas, pero también un espacio para la imaginación. No preste atención a los errores, sino celebre los aciertos, los logros y encauce los fallos para transmitir valores”, explica Oquendo.
Los entrevistados dicen que así se pueden modificar actitudes en pequeños como Anita, conociéndolos y entendiendo que su comportamiento es una fase de su desarrollo. La mejor manera de hacerlo es queriéndolos y cuidándolos, sin sobreprotegerlos. Retrasando y, en algunos casos, negando el deseo por las cosas materiales. Permitir que socialicen con otros niños, que se equivoquen y se ensucien; en otras palabras, que lloren, rían y jueguen sin condicionamientos.