Cerremos la cortina de 2018 y abramos la cortina de 2019: lo que importa es seguir adelante con ilusión y con fe
Esta época por la que avanzamos con tantas novedades y tantas reticencias es una especie de campo de posibilidades que se multiplican y se desvanecen a cada paso. Como hemos reconocido y reiterado tantas veces, el protagonista de la coyuntura actual es lo imprevisible, y debido a ello nuestra andadura por estos prados del tiempo se ha ido volviendo surrealista en muchos sentidos. Por ratos, el impresionismo toma alguna delantera, y hay momentos en que el expresionismo quiere estar en primera fila; y en verdad lo único cierto en esta fase del devenir es que hay un juego de impulsos transversales que nos sale al encuentro a cada paso. Si a esto le llamamos globalización estamos usando un término cómodo pero superficial, y entonces el desafío cotidiano consiste en identificar el fenómeno como lo que verdaderamente es: una dinámica de fuerzas evolutivas que se abre paso por todos los portillos y rendijas que encuentra.
Estamos hoy a sólo unas horas de que 2018 le deje el puesto a 2019, aunque en realidad esa que acabamos de usar es sólo una imagen convencional, ya que en los hechos de la vida tanto personal como colectiva lo que ocurre es que el tiempo va simplemente ordenando sus piezas en un archivo viviente en el que las nociones de pasado, presente y futuro coexisten cada quien en su espacio pero sin perderse de vista ni dejar de hacerse sentir. El calendario, con su flujo impávido, puede confundirnos las perspectivas, como ocurre cuando sentimos que un año se va para siempre y otro llega a ocupar el sitio vacío; y no faltará la descalificación por extravagancia cuando se afirma que en el gavetero mental todo el tiempo vivido tiene su lugar. Y no se trata de historia inerte sino de supervivencia activa.
El 1 de enero nos recuerda, con vibración anhelante, que dentro de un poquito más de un mes estaremos en el 3 de febrero, día de las elecciones presidenciales más dramáticas de la que aún seguimos caracterizando como posguerra. Hemos hablado repetidamente de lo que estas elecciones representan y significan, pero siempre nos queda la impresión de que nos movemos en una doble realidad: la permanencia del esquema básico y la ebullición de las expectativas incontrolables.
Pero aunque todas las evidencias parezcan apuntar hacia lo contrario, lo que ahora tenemos más a la mano es un catálogo de opciones vinculadas estrechamente con el fenómeno real. Apostémosle, pues, a la realidad, que es donde están los viveros de lo realmente vivible. Esto los salvadoreños deberíamos tenerlo sabido desde hace mucho rato, porque si en algo hemos sido reincidentes inveterados es en el oficio de estar expuestos a las más variadas contingencias de la vida. Aprovechemos la experiencia acumulada para ponerla al servicio de las mejores causas propias, que desde luego se vinculan con la esperanza, con el progreso, con la paz, con la autorrealización y con la felicidad.
En medio de todas las adversidades imaginables queda siempre encendido el candil de la conciencia, y a esa luz hay que ponerle el máximo cuidado, para que su aceite sustentador jamás se extinga, porque tengamos presente en todo momento y circunstancia que la peor de todas las oscuridades es la que se instala en el interior del alma. Si algún propósito de Año Nuevo debe ser reanimado cada vez que llegan estas fechas es el que se refiere a sacudirnos el polvo ciego del pesimismo y a reconfortarnos a diario con los efluvios de la inspiración.
Los salvadoreños no hemos descansado ni un solo instante frente al asedio de los desafíos que se nos vienen presentando en el curso del tiempo. Los signos de la fatiga histórica son visibles casi en todo lo que pasa, y por ello se hace indispensable seguir sacando fuerzas de flaqueza, cualesquiera sean las labores por hacer. Mantengamos, pues, la voluntad en alto, no como bandera de lucha sino como pabellón de confianza. Pase lo que pase, el destino estará en nuestras manos, y eso significa que la luz nos pertenece.
La alborada del 1 de enero está a sólo unas cuantas horas de distancia. La cortina de 2018 se halla prácticamente cerrada y la cortina de 2019 se va abriendo ceremoniosamente. Gracias a Dios por un año y por el otro. Estamos aquí.
EL 1 DE ENERO NOS RECUERDA, CON VIBRACIÓN ANHELANTE, QUE DENTRO DE UN POQUITO MÁS DE UN MES ESTAREMOS EN EL 3 DE FEBRERO, DÍA DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES MÁS DRAMÁTICAS DE LA QUE AÚN SEGUIMOS CARACTERIZANDO COMO POSGUERRA.