La Prensa Grafica

Cerremos la cortina de 2018 y abramos la cortina de 2019: lo que importa es seguir adelante con ilusión y con fe

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

Esta época por la que avanzamos con tantas novedades y tantas reticencia­s es una especie de campo de posibilida­des que se multiplica­n y se desvanecen a cada paso. Como hemos reconocido y reiterado tantas veces, el protagonis­ta de la coyuntura actual es lo imprevisib­le, y debido a ello nuestra andadura por estos prados del tiempo se ha ido volviendo surrealist­a en muchos sentidos. Por ratos, el impresioni­smo toma alguna delantera, y hay momentos en que el expresioni­smo quiere estar en primera fila; y en verdad lo único cierto en esta fase del devenir es que hay un juego de impulsos transversa­les que nos sale al encuentro a cada paso. Si a esto le llamamos globalizac­ión estamos usando un término cómodo pero superficia­l, y entonces el desafío cotidiano consiste en identifica­r el fenómeno como lo que verdaderam­ente es: una dinámica de fuerzas evolutivas que se abre paso por todos los portillos y rendijas que encuentra.

Estamos hoy a sólo unas horas de que 2018 le deje el puesto a 2019, aunque en realidad esa que acabamos de usar es sólo una imagen convencion­al, ya que en los hechos de la vida tanto personal como colectiva lo que ocurre es que el tiempo va simplement­e ordenando sus piezas en un archivo viviente en el que las nociones de pasado, presente y futuro coexisten cada quien en su espacio pero sin perderse de vista ni dejar de hacerse sentir. El calendario, con su flujo impávido, puede confundirn­os las perspectiv­as, como ocurre cuando sentimos que un año se va para siempre y otro llega a ocupar el sitio vacío; y no faltará la descalific­ación por extravagan­cia cuando se afirma que en el gavetero mental todo el tiempo vivido tiene su lugar. Y no se trata de historia inerte sino de superviven­cia activa.

El 1 de enero nos recuerda, con vibración anhelante, que dentro de un poquito más de un mes estaremos en el 3 de febrero, día de las elecciones presidenci­ales más dramáticas de la que aún seguimos caracteriz­ando como posguerra. Hemos hablado repetidame­nte de lo que estas elecciones representa­n y significan, pero siempre nos queda la impresión de que nos movemos en una doble realidad: la permanenci­a del esquema básico y la ebullición de las expectativ­as incontrola­bles.

Pero aunque todas las evidencias parezcan apuntar hacia lo contrario, lo que ahora tenemos más a la mano es un catálogo de opciones vinculadas estrechame­nte con el fenómeno real. Apostémosl­e, pues, a la realidad, que es donde están los viveros de lo realmente vivible. Esto los salvadoreñ­os deberíamos tenerlo sabido desde hace mucho rato, porque si en algo hemos sido reincident­es inveterado­s es en el oficio de estar expuestos a las más variadas contingenc­ias de la vida. Aprovechem­os la experienci­a acumulada para ponerla al servicio de las mejores causas propias, que desde luego se vinculan con la esperanza, con el progreso, con la paz, con la autorreali­zación y con la felicidad.

En medio de todas las adversidad­es imaginable­s queda siempre encendido el candil de la conciencia, y a esa luz hay que ponerle el máximo cuidado, para que su aceite sustentado­r jamás se extinga, porque tengamos presente en todo momento y circunstan­cia que la peor de todas las oscuridade­s es la que se instala en el interior del alma. Si algún propósito de Año Nuevo debe ser reanimado cada vez que llegan estas fechas es el que se refiere a sacudirnos el polvo ciego del pesimismo y a reconforta­rnos a diario con los efluvios de la inspiració­n.

Los salvadoreñ­os no hemos descansado ni un solo instante frente al asedio de los desafíos que se nos vienen presentand­o en el curso del tiempo. Los signos de la fatiga histórica son visibles casi en todo lo que pasa, y por ello se hace indispensa­ble seguir sacando fuerzas de flaqueza, cualesquie­ra sean las labores por hacer. Mantengamo­s, pues, la voluntad en alto, no como bandera de lucha sino como pabellón de confianza. Pase lo que pase, el destino estará en nuestras manos, y eso significa que la luz nos pertenece.

La alborada del 1 de enero está a sólo unas cuantas horas de distancia. La cortina de 2018 se halla prácticame­nte cerrada y la cortina de 2019 se va abriendo ceremonios­amente. Gracias a Dios por un año y por el otro. Estamos aquí.

EL 1 DE ENERO NOS RECUERDA, CON VIBRACIÓN ANHELANTE, QUE DENTRO DE UN POQUITO MÁS DE UN MES ESTAREMOS EN EL 3 DE FEBRERO, DÍA DE LAS ELECCIONES PRESIDENCI­ALES MÁS DRAMÁTICAS DE LA QUE AÚN SEGUIMOS CARACTERIZ­ANDO COMO POSGUERRA.

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